El Real Valladolid suma 28 puntos antes del último partido de la primera vuelta al derrotar al Reus, un equipo que llegaba como el mejor visitante de la Liga y lo demostró en Zorrilla. Los jugadores de Natxo González salieron bien. Dominaron el primer cuarto de hora, López Garai tuvo un remate franco en el área, pero su disparo fue tapado por la defensa. Se asustó un poco el Valladolid, al que le costó empezar a remar amedrentado un poco por el control catalán. Fue Mata el que sacó al equipo de la cueva. Lanzó dos veces antes de poder quedarse solo ante Edgar Badía, pero no fue capaz de aprovechar un pase mágico de Jordán, que filtró el balón entre los dos centrales. Carbiá fue el más peligroso, y Edgar y Campins lo intentaron sin suerte, mientras que los de Herrera se revolvieron y buscaron el gol, pero no llegó antes del descanso pese a que Jose tuvo una ocasión clara, pero su disparo se fue alto.
El guión de la segunda parte fue parecido. Empezó el Reus dominando con el recién entrado Miramón, que fue de lo mejor de su equipo. Haro lo intentó y disparó, pero Becerra detuvo sin problemas. Sin embargo, como pasó en el inicio del partido, el Valladolid empezó a apretar, a buscar el gol de la victoria. Mata no tuvo fuelle para dar un pase de la muerte a Villar, antes de que Moyano entrara desde atrás y cruzara demasiado el balón. Entonces entró De Tomás, que se está convirtiendo en el revulsivo favorito de Herrera. Tardó dos minutos en disparar, pero su tiro lo paró fácil Badía. También lo intentó Jordán desde lejos, que detuvo el portero visitante. Tanto fue el cántaro a la fuente que De Tomás abrió el marcador con un gol de cabeza a centro de Jordán. Ese gol dio tranquilidad a los pucelanos y desató a los catalanes que buscaron con balones largos el gol del empate. Sin embargo, sólo Edgar, de falta, lanzó por encima de la portería Becerra, aunque el miedo a perder lo ganado llevó los nervios a la grada, más cuando Mata, de nuevo, esta vez a pase de De Tomás, se enfrentó al portero visitante, pero el balón volvió a acabar en el muñeco para desesperación de jugadores y afición pucelana que respiraron con el pitido de Alberola Rojas.
