366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 30 DE DICIEMBRE
Enrique Ponce y José Tomás dirigen los ataques del derbi (1998)
La presencia de toreros en partidos benéficos ha sido frecuente. A pesar de que en sus orígenes en España el fútbol fue mal visto por el mundo taurino, que lo consideraba una costumbre zafia y extranjerizante, pronto hubo quien pudo, quiso y supo compartir esas aficiones. Entre otros, Ignacio Sánchez Mejías, el matador de toros muerto en la plaza, al que García Lorca dedicó el poema elegíaco más bello del castellano. Sánchez Mejías fue, en su corta, intensa y azarosa vida, presidente del Betis por unos meses (véase el día 19 de agosto). Antoñete jugó al fútbol muy bien. Él y Curro Girón animaban los partidos de artistas contra toreros que solían alegrar las navidades madrileñas en los sesenta. Y Montalvo, un jugador del Madrid, toreó un novillo en una corrida organizada por el Madrid durante sus bodas de oro (en la que también toreó Antoñete) y dio tantas manoletinas que hasta desacreditó ese pase. Los toreros «de verdad» dejaron de dar manoletinas porque quedó flotando en el aire que si las daba un futbolista no sería un pase de gran mérito.
Pero el hecho más extraordinario en esa relación fue el partido organizado el 30 de diciembre, en busca de recaudar fondos para enviar a Honduras, que había sufrido una fuerte inundación por el huracán Mitch. En un programa de la SER, José Ramón de la Morena sugirió a los dos presidentes, Sanz y Gil, que mejoraran el partido con algún guiño diferente. Por ejemplo, meter en los equipos a los dos toreros del momento, Enrique Ponce y José Tomás. Enrique Ponce, valenciano de Chiva, era el número uno del escalafón, pero José Tomás, madrileño de Galapagar, aparecía con una fuerza tremenda, con un toreo sin igual, de arte y riesgo, y amenazaba su posición, un poco acomodada ya. Además, el valenciano es un reconocido madridista, amigo personal de Hierro y Raúl, mientras que José Tomás es atlético. Y los dos juegan (o jugaban) bien al fútbol. Así que pareció una buena idea. Y lo fue.
Porque el Madrid y el Atlético se enfrentaron en un partido en que todo lo demás fue perfectamente formal. Los entrenadores, Hiddink y Sacchi, sacaron sus equipos titulares, sin más alteración que la presencia en ambos ataques del correspondiente matador, ambos con el número nueve y su nombre a la espalda. Los días anteriores Ponce recibió clases extras de sus amigos Hierro y Raúl. El Atlético, por su parte, envió a Vincenzo Pincolini a darle a José Tomás algunas instrucciones y a valorar su condición técnica y física, y volvió impresionado. Los dos toreros le dieron el último tirón a la taquilla. Su presencia resultó decisiva porque la noche apareció lluviosa y un amistoso más entre los rivales madrileños no hubiera tenido ese tirón. A la hora de la verdad, puede decirse que dieron el pego. Tocaron bien y parecieron futbolistas serios por sus maneras, aunque sin hacer nada extraordinario. Ponce jugó 56 minutos, bien apoyado de cerca por Raúl y Mijatovic, que le acompañaban en el ataque. Tocó nueve balones, generalmente bien, y pudo marcar en un mano a mano con Molina. José Tomás jugó 47 minutos. Aunque se vio algo más aislado en punta, con menos compañeros cerca, intervino once veces, también con acierto, remató una vez fuera y superó también con nota la alternativa. Los dos se fueron felices, por el llenazo, por la experiencia y por haber contribuido a una causa tan noble.