366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 29 DE DICIEMBRE
Gullit pide el Balón de Oro para Gordillo (1987)
El Balón de Oro de este año rozó al fútbol español, pero se fue al italiano. Butragueño, que había sido tercero la edición anterior, tras Belanov y Lineker, tenía sus aspiraciones. También Míchel, su compañero de la Quinta. Y Futre, estrella del Atlético. Pero lo ganó Gullit, uno de los tres deslumbrantes holandeses que reunió Berlusconi en el Milán a las órdenes de Sacchi. (Los otros fueron Van Basten, que ganaría tres veces el Balón de Oro, y Rijkaard). Gullit nació en Ámsterdam, su padre era originario de Surinam, su madre, holandesa. Alto, elástico y de gran técnica, es quizá el único jugador de la historia del fútbol moderno que ha sido considerado estrella en posiciones tan distintas como líbero, mediocampista de amplio espectro o delantero en punta, posición en la que jugó junto a Van Basten en el Milán. Se había criado en el Ámsterdam, de donde saltó al Haarlem, de ahí al Feyenoord (junto a un veteranísimo Cruyff, a cuyo lado hizo el doblete), luego al PSV y finalmente al Milán, en el que formó parte de uno de los mejores equipos de todos los tiempos.
Gullit, hombre concienciado, dedica el Balón de Oro a Nelson Mandela, entonces encarcelado en su lucha contra el apartheid. Gullit había sido frecuente participante en programas de radio en apoyo a los miembros perseguidos del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido de Mandela en permanente lucha contra el apartheid, y había participado en conciertos de reggae en homenaje a Steve Biko, símbolo y mártir de esa lucha, muerto diez años antes tras ser torturado por la policía surafricana. Por todo eso no extrañó que hiciera su dedicatoria a Mandela. Pero sí sorprendió lo que dijo después en declaraciones a la prensa. «Agradezco este premio, pero no es justo. Yo se lo hubiera dado a Gordillo. Es el mejor jugador que pisa ahora los campos.»
La declaración sorprendió a todos, también al fútbol español, que había obtenido los puestos segundo (Futre, Atlético), tercero (Butragueño, Madrid), cuarto (Míchel, Madrid) y quinto (Lineker, Barcelona). Nadie había pensado en Gordillo, ni siquiera en España o en el Madrid, donde en esos tiempos se acarició la ilusión de que Butragueño o Míchel alcanzaran el premio. Gordillo no había tenido un solo punto en la votación, nadie lo había tenido presente. Pero Rafa Gordillo fue un grande de la época. Criado en la cantera del Betis, distribuyó su carrera entre este equipo y el Madrid, siempre desde la banda izquierda, con un subir y bajar incansable y una muy buena técnica en su pierna izquierda, con la que marcó bastantes goles y dio muchos más. Míchel en una banda y Gordillo en la otra fueron la clave para aquellos grandes años del Madrid de la Quinta. Prácticamente no hubo partido que jugara, con el Madrid, con el Betis o con la selección, en el que no fuera dominador pleno de su zona, una amplia franja de diez metros de ancho desde un banderín de córner al otro, en la banda izquierda de su equipo. Su natural modesto hizo que se le pospusiera en las grandes elecciones, pero Gullit, un hombre sensible y preocupado por los humildes, le hizo homenaje en su día más grande.