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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 13 DE DICIEMBRE

El Wolves gana al Honved y da una idea. Empieza la Copa de Europa (1954)

Miguel Muñoz, con el primer trofeo de la Copa de Europa.

La derrota ante los húngaros el 26 de noviembre de 1953 (véase) había dejado a los ingleses muy escocidos, así que los éxitos en el invierno siguiente del Wolverhampton Wanderers provocaron que la habitual flema británica se convirtiera casi en delirio. El Wolverhampton era entonces el gran equipo de la isla, campeón de liga, dirigido por el célebre Stan Cullis y con el fenomenal Billy Wright (hoy le recuerda una estatua junto al acceso de honor al remozado estadio Molineux) como alma máter en el campo. El caso es que los Wolves ganaron sucesivamente al Spartak de Moscú (4-0) y, sobre todo, al Honved de Budapest (3-2, remontando un 0-2) en el viejo Molineux, y eso llevó al Daily Mirror a titular, en su edición del día 14, «Wolves the Great!». «Nunca un partido como este», decía un sumario más abajo, y elevaba al Wolverhampton a la categoría de mejor equipo del momento. El entusiasmo estaba en buena parte justificado porque el Honved era tenido por imbatible, con Puskás, Bozsik, Kocsis y Czibor entre otras estrellas. Constituían el grueso de la selección húngara. El caso es que los vencedores del partido fueron elevados a la categoría de héroes nacionales y el programa de su siguiente encuentro en el Molineux llevaba la alineación con sus firmas, que con el tiempo alcanzó una cotización de obra de arte.

En la escalada de elogios, David Wynne-Morgan, columnista del Daily Mail, proclamó sin más empacho a los Wolves «campeones del mundo». Gabriel Hanot, célebre cronista de L'Équipe (había sido jugador en los tiempos pioneros del fútbol francés y luego promotor del fútbol profesional y hasta técnico de la selección francesa), refutó tanto entusiasmo en un artículo en el que lanzaba una idea: exponía que el Wolves había ganado en su campo a dos grandes equipos, sí, pero que habían tenido que hacer un largo viaje y jugar en condiciones no habituales para ellos. Y proponía, para decidir quién era el mejor equipo de Europa (a tanto como del mundo no se atrevió a llegar, o es que daba por sentado que el mejor de Europa era el mejor del mundo), una competición entre los campeones de todos los países, con partidos a ida y vuelta, en un campo y en otro, eliminándose sucesivamente hasta llegar a la final.

El director y la propiedad de L'Équipe acogieron con calor la idea de su especialista en fútbol y pusieron manos a la obra. Tras un bombardeo de tres meses de telegramas, cartas y llamadas telefónicas, organizaron una reunión en París para el 2 de abril. A ella acudieron quince representantes, uno de ellos el húngaro Sebes, que llevaba la representación de la URSS y Checoslovaquia (es decir, la idea había saltado el telón de acero), y otro Santiago Bernabéu, presidente del Madrid, campeón de liga español. Bernabéu acogió la idea con entusiasmo, por lo que se vería premiado después, pues esa competición es la que hizo del Real Madrid un club de leyenda superior. Ya el día 3, en el hotel Ambassador de París, se hizo el primer sorteo provisional. La UEFA, que en principio miró el proyecto con recelo e incluso prohibió utilizar el nombre de Copa de Europa (que quería reservarse para su torneo de selecciones, que no empezaría hasta 1958), acaba por adoptarlo el 21 de mayo. Ya no hay barreras. El 4 de septiembre, nueve meses después de aquellos partidos del Wolves, el Sporting Clube de Portugal y el Partizan de Belgrado juegan en el Estadio Nacional de Lisboa el primer partido de la nueva competición, que acaba 1-1. El primer gol lo marca João Batista Martins y lo encaja Slavko Stojanovic´. Los otros catorce equipos inscritos en la primera competición fueron Vörös Lobogó, Anderlecht, Servette, Real Madrid, Rot-Weiss-Essen, Hibernian, Djurgardens, Gwardia Varsovia, Copenhague, Stade de Reims, Rapid de Viena, PSV Eindhoven, Milán y Saarbrücken. Inglaterra rehúsa la invitación. No entrará hasta la segunda edición, con el Manchester United. El Madrid ganará aquella copa y las cuatro siguientes. El tren estaba en marcha. Y hasta hoy.