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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 4 DE DICIEMBRE

Funeral de Estado para George Best (2005)

Funeral de Estado para George Best (2005)
REUTERS

El que no sabe beber no sabe jugar al fútbol», es un ancestral dicho inglés. Best fue un jugador genial, pero también un bebedor impenitente. Nació en Belfast en 1946, en un barrio obrero y protestante, en el que le descubrió con quince años un ojeador del Manchester llamado Bob Bishop. Habló con tal entusiasmo a Matt Busby, el mánager, que este le dijo: «Tráetelo inmediatamente». Y acertó. Best formó parte de la «Santísima Trinidad» del Manchester United en los años sesenta, junto a Bobby Charlton y Denis Law. Era un jugador ambidextro, que salía por cualquier lado, disfrutaba con el regate, provocaba a los defensas, tenía un amago singular bajando uno de los hombros, lo que engañaba a sus marcadores.  Tenía además una personalidad rebelde. Se dejó el pelo largo, cosa absolutamente inusual en el fútbol de la época, por lo que fue llamado «el quinto Beatle» y puede decirse que igualó en popularidad a estos. Su fútbol, sus costumbres liberadas, su ropa moda Carnaby Street, sus gestos de rebeldía, cautivaron a los seguidores jóvenes de todo el mundo.

También a las mujeres. Calculó unas 2000 conquistas, entre ellas, tres Miss Universo. Estando con una de ellas, en un hotel, un camarero que le subió champán se atrevió a aconsejarle: «Si sigue así fracasará usted, míster Best». Y este le repuso: «Pues yo no veo que las cosas me vayan tan mal». Jugó en el Manchester United desde los diecisiete hasta los veintisiete años, cuando bajó su nivel, justamente por sus excesos. Para entonces había jugado con los reds 466 partidos con 178 goles, había ganado una Copa de Europa y un Balón de Oro, entre otros premios. Luego una larga decadencia, que le hizo recorrer equipos tan dispares como el Stockport County, Cork Celtic, Los Angeles Aztecs, Fulham, Fort Lauderdale, Hibernian, San José, Bournemouth y Brisbane Lions, distribuidos entre Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte, Estados Unidos e incluso Australia.

Su afición a la bebida fue legendaria. Le fue trasplantado el hígado e incluso le introdujeron en el estómago unas bolas que se supone debían ayudarle a rechazar la bebida, pero no fue capaz de conseguirlo. Siguió con su vida hasta que pudo: «He gastado muchísimo dinero en mujeres, bebida y coches caros. El resto del dinero lo malgasté», solía decir con humor. A los cincuenta y nueve años falleció en Londres, víctima de su aficion al alcohol. Su segundo hígado no resistió, todo su organismo estaba muy deteriorado. El primer partido tras su fallecimiento lo jugó el Manchester United en Upton Park, frente al Aston Villa, y fue una impresionante manifestación de duelo. Durante el minuto de silencio ordenado por el árbitro antes del encuentro, todos los espectadores, sin excepción, aplaudieron hasta hacerse daño en las manos. Ganó el United 1-2, en homenaje a la gran figura desaparecida.

Pero el gran suceso en esos días fue el funeral de Estado que recibió Best en su ciudad natal, Belfast, sin precedentes en la historia del deporte. La ceremonia tuvo lugar en el castillo de Stormont, donde solo pudieron entrar trescientos privilegiados. Medio millón de personas se quedaron en la calle, en lo que se definió como «El mayor desahogo de pena conocido jamás». Solo una persona había merecido antes un funeral de Estado en Irlanda del Norte: lord Craigavon, el primer ministro de Irlanda del Norte.