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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 1 DE DICIEMBRE

Raúl gana la Intercontinental con el aguanís (1998)

Raúl gana la Intercontinental
con el aguanís (1998)
Jesús Aguilera

Después de haber recuperado la Copa de Europa (en Ámsterdam, ante la Juventus), al cabo de treinta y dos años, al Madrid le quedaba otro trofeo por reconquistar: la Intercontinental. Solo lo había ganado una vez, el primero, en 1960, en la ida (0-0) y en la vuelta (5-1), con el Peñarol, campeón de América. Solo lo había disputado otra vez, en 1966, también con el Peñarol, y perdió los dos partidos. No había vuelto a ganar la Copa de Europa. Aquella era la ocasión. El trofeo se disputaba desde años atrás en campo neutral, en Tokio, bajo el patrocinio de Toyota.

Tal cosa se debió a la negativa, a partir de cierto momento (finales de los sesenta y principios de los setenta), de los campeones europeos de jugar en Suramérica, donde daban unas patadas terribles en esas ocasiones. Así que el Madrid se fue allá, en busca del Vasco da Gama. Iba mal en la liga, había sumado tres derrotas consecutivas, había trascendido una pelea en el vestuario de Seedorf con Iván Campo y el aficionado miraba aquel partido con aprensión. Se temía una derrota y se temía más aún que el largo viaje y la necesidad de recuperar al regreso algún partido atrasado provocaran aún más caídas en la liga. En todo caso, el partido se esperó como algo excepcional, puesto que hacía tanto que no se jugaba. Por la diferencia horaria, fue a primera hora en España, las ocho de la mañana, casi de madrugada.

El Madrid, que tenía a Hiddink como entrenador, salió con: Illgner; Panucci, Sanchis, Hierro, Fernando Sanz, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo; Raúl, Mijatovic y Sávio. En los últimos minutos, ya para robar tiempo, Hiddink sustituyó a Mijatovic y a Sávio por Jarni y Šuker. El Vasco da Gama tenía a Juninho como estrella principal y a un lateral izquierdo, Felipe, que le había quitado momentáneamente a Roberto Carlos el puesto en la selección de Brasil, lo que tenía a este muy picado. El Vasco da Gama llevaba ya una semana en Tokio preparando el partido cuando llegó el Madrid.

El Madrid sale bastante bien. Sobre todo Roberto Carlos, al que se le nota que quiere demostrar algo. En el 25’, una colada suya acaba en autogol de Naza. Eso calma los ímpetus del Madrid, que se administra. En la segunda mitad, el Vasco da Gama se viene arriba, aprieta y no es raro que Juninho (57’) consiga el empate. Y sigue achuchando. El Madrid está asfixiado, no se encuentra. Aquello huele a derrota. En eso, hay una jugada rápida, Raúl aparece por el callejón del diez, recorta a un rival, recorta al portero, ambas veces hacia dentro, y marca con la derecha a puerta vacía. Es, luego lo dirá, un gol que ha marcado con frecuencia como juvenil, calificado por su padre como el aguanís. El partido acaba con el Vasco volcado, pero Fernando Sanz saca un balón de la raya en el último instante y no hay más: la Intercontinental vuelve a casa. Raúl recibirá como mejor jugador del partido un Toyota Lexus IS2000, que venderá para donar su producto, mitad y mitad, a los veteranos y a las monjas del Cottolengo. Y regresará a Madrid convertido en el hombre providencial, el favorito de la afición ya para tantos años.