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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 27 DE NOVIEMBRE

El último día de «la Máquina (1946)

El último día de «la Máquina (1946)

Aquel día, River Plate y Huracán empataron 2-2 en la cancha de Ciclón. Parecería un partido más, pero no lo fue. Aunque nadie lo sabía en ese momento, Adolfo Pedernera jugaba ese día su último partido en River. Se iba a marchar al Atlanta y con eso quedaba disuelta para siempre la delantera más célebre del fútbol argentino, y quizá del fútbol mundial: «la Máquina». Un formidable quinteto de ataque formado por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. El eco de sus hazañas ha llegado hasta nuestros días como testimonio de una época de un fútbol distinto, genial, hecho de grandes individualidades un poco irrespetuosas con tácticas y pizarras, pero que entusiasmaban a los grandes públicos.

El primer partido de «la Máquina» se había producido el 28 de junio de 1942, cuando el extremo izquierdo Deambrosi había dejado su puesto para Chaplin Loustau. Otros lo fijan antes, el 1 de junio del año anterior, cuando Renato Cesarini, entrenador de River, colocó a Pedernera en el eje del ataque. River andaba mal en ese puesto desde que se había marchado Bernabé Ferreyra, la Fiera. El puesto lo ocupó durante algún tiempo D’Alessandro, potente rematador, pero la cosa no resultaba. Pedernera había jugado, y bien, en los otros cuatro puestos de la delantera, hasta que Cesarini le probó de delantero centro, y la delantera quedó así: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi, con el resultado de 4-0 a Independiente. Pero la más célebre fue la que presentó a Loustau de extremo izquierda, en lugar de Deambrosi, porque terminó de complementar las características de todos. Muñoz era un extremo rápido y de buen centro; Moreno, un genio del medio campo, con llegada y cabezazo; Pedernera, el cerebro, un «nueve» que se echó atrás antes que Di Stéfano, que por aquellos años era una promesa en las divisiones inferiores; Labruna era interior en punta, goleador insaciable; Loustau, un malabarista de la banda. Pero aquel ataque tenía una característica muy peculiar para la época: intercambiaban de posición con frecuencia, de forma que cualquiera de ellos podía aparecer por cualquier punto del frente del ataque. Y otra más: se recreaban tanto en su juego, tejían y destejían tanto, disfrutaban tanto con el balón, que a veces el gol se les retrasaba mucho. Con frecuencia tardaban en resolver los partidos, por lo que les acabaron conociendo también como «los caballeros de la angustia».

Curioso: aunque han pasado a la historia, aunque esa delantera se mantuvo durante cinco años en River, en realidad solo jugó dieciocho partidos con sus cinco componentes. Con frecuencia entró Gallo, como interior o delantero centro. A veces volvió Deambrosi. D’Alessandro aún tuvo alguna incursión. Un jovencísimo Di Stéfano tuvo alguna entrada como «siete» o como «nueve». Con cierta frecuencia faltó uno u otro, y lo cierto es que el ataque completo, el favorito de todos, nunca llegó a jugar un clásico, contra Boca. En sus 18 partidos en los que actuó como tal marcó 38 goles, de los que Labruna hizo 14, Moreno 9, Pedernera 7, Loustau 6 y Muñoz 1. Tras Pedernera se fueron marchando poco a poco todos, menos Labruna, que se retiró en River, en 1959. No volvieron a jugar juntos, pero el recuerdo es imborrable.