Estábamos en la fase de clasificación para el Mundial de Alemania, el de 1974. En el anterior se decidió conceder en propiedad la Copa Jules Rimet a Brasil, por sus tres victorias (1958, 1962 y 1970) y para este se haría un nuevo trofeo, diseñado por el italiano Silvio Gazzaniga, de la firma Bertoni, ganador entre 53 concursantes. Es la copa que aún se entrega hoy. También fue el primer Mundial en el que Havelange, elegido poco antes, ocuparía la presidencia de la FIFA. Y fue el Mundial de la seguridad.
Llegaba dos años después de los JJ OO de Múnich, teñido de sangre por el asalto de los terroristas de Septiembre Negro a la delegación israelí. De ahí que las fuerzas de seguridad alemanas elevaran un espeso y con frecuencia incómodo telón de seguridad en torno al Mundial.
Pero antes de comenzar se produjo un incidente singular. Chile luchó en un grupo de clasificación con Perú y Venezuela. Lo pasó tras un partido de desempate con Perú, en Montevideo. Pero eso (cosas del sorteo previo) no le garantizaba el acceso directo, sino que le obligaba a pasar una eliminatoria a ida y vuelta con la URSS, que a su vez había ganado su grupo europeo, frente a Éire y Francia. Los partidos entre la URSS y Chile se conciertan para el 26 de septiembre en Moscú y el 21 de noviembre en Santiago de Chile.
Y entonces sobreviene un drama: el 11 de septiembre, Augusto Pinochet da un golpe de Estado. El presidente de Chile, Salvador Allende, se suicida, rodeado de fuerzas insurgentes, en el Palacio de la Moneda, sede de la Presidencia. El mundo asiste espantado esos días a las noticias que llegan del país transandino: detenciones masivas, utilización del Estadio Nacional como cárcel gigante, muertes, desapariciones. Entre tanto, la selección nacional vuela a Moscú y empata a cero. Pero la URSS se niega a devolver la visita, dado que el partido ha de disputarse en el propio escenario de las infamias, el Estadio Nacional. La FIFA envía una comisión días antes del encuentro a Santiago de Chile para ver si las condiciones son aptas para el partido. Acuden el brasileño Abilio d'Almeida y Helmut Käser, secretario general de la FIFA. Rehúsan hacerlo los otros dos miembros designados, Helmut Riedel, de Alemania Oriental, y Sándor Barcs, húngaro.
La pequeña comisión decide tras su inspección que se puede jugar, que el país y el estadio reúnen las condiciones precisas. La URSS se niega a viajar. El día 21 el estadio está repleto y allí comparece Chile, correctamente uniformados todos, y el árbitro, Rafael Hormazábal, que a la hora fijada pita el inicio. La delantera chilena arranca, tuya, mía, tuya, mía y el capitán Valdés marca el gol más fácil de la historia. La FIFA dará a Chile el partido ganado por 2-0. Clasificada por tanto.
A continuación del saque-gol, se juega un amistoso con el Santos, que ganará 5-0. El papel de Chile en el Mundial será discreto: perderá el partido inaugural con la RFA y empatará luego con la RDA y Australia. Tercera de grupo, no pasará de la primera fase.