366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 13 DE NOVIEMBRE
Yugoslavia se clasifica, pero no le va a servir (1991)
La caída del Muro de Berlín, en 1990, provocó rápidamente cambios en el dibujo geopolítico de Europa, dando lugar a la disgregación de Estados que habían funcionado como tales desde la Segunda Guerrra Mundial y a la aparición de otros. Las dos Alemanias se unieron, la URSS perdió el dominio sobre Estonia, Letonia y Lituania, y tuvo que ver también cómo, poco a poco, se desafectan de la vieja Rusia muchas otras repúblicas, a mayor o menor velocidad. Checoslovaquia se partía sin drama en dos Estados, la República Checa y Eslovaquia. Y pronto Yugoslavia empezaba asimismo un período de desmembración que resultaría dramático. El reconocimiento de Eslovenia por parte de Alemania dio lugar al inicio de la disolución. La UEFA estaba en vísperas de la Eurocopa de Suecia y tenía un problema, porque las selecciones que habían comenzado la fase de clasificación no se correspondían exactamente con las que podrían acudir a la fase final. Con Alemania se resolvió el problema con la unificación, lo que quedaba de la URSS (todo menos las tres repúblicas bálticas) concurrió como CEI (Confederación de Estados Independientes), buena solución de paso. Tras el torneo, la UEFA admitiría a las distintas federaciones de los nuevos Estados que integraron esta coalición. Por su parte, Checolsovaquia no se clasificó.
Quedaba el problema de Yugoslavia, que se clasificó este día, batiendo por 2-0 a Austria. Cuando avanzó el año siguiente todo fueron problemas. El país se iba disgregando y entrando en una guerra cada vez más cruel, que espantó al mundo. Y, metidos en fútbol, era evidente que el equipo que enviara Yugoslavia no sería el que se había clasificado, sino otro más débil, carente de los jugadores de las partes que se iban disgregando. La solución se fue dilatando hasta poco antes del campeonato, cuando se decidió, a instancias de algunos de los Estados escindidos (singularmente Croacia), que «lo que quedaba» de Yugoslavia no podía competir con ese nombre. La ONU recomendó además el aislamiento total del gobierno yugoslavo por los ataques a Sarajevo. Pese a su gran fase de clasificación (ganó siete partidos, perdió uno, marcó 24 goles, encajó cuatro y tuvo en Pancev al máximo goleador de todos los grupos de la fase de clasificación), fue excluida, ya muy a última hora. La UEFA decidió invitar en su lugar a Dinamarca, que había sido la segunda de ese mismo grupo.
La decisión se retrasó tanto que los jugadores daneses, ya acabados los campeonatos de liga de los distintos países en que jugaban, incluido el suyo, estaban de veraneo. El seleccionador tuvo que localizarlos y reclutarlos a toda prisa, y el mejor del país, Michael Laudrup, rehusó, porque no se encontraba en condiciones. Paradójicamente, esa Dinamarca, reclutada a última hora para reemplazar a Yugoslavia, ganó el campeonato contra todo pronóstico. Mientras Yugoslavia se desangraba con sus guerras internas, que acabaron por atomizar a aquel viejo país, los felices daneses disfrutaban jugando un fútbol relajado en un campeonato al que no habían pensado en principio ni acudir. Pasaron la liguilla de grupo segundos, tras Suecia y por delante de Francia e Inglaterra. En semifinales eliminaron a Holanda, la campeona anterior, la gran Holanda de Gullit, Koeman, Van Basten, Rijkaard y Bergkamp, en los penaltis. En la final batieron a Alemania por dos a cero, con un Schmeichel colosal bajo los palos. Un final sorprendente para un campeonato que puso en solfa la vieja costumbre de las largas concentraciones de los equipos en vísperas de torneos de importancia.