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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 5 DE NOVIEMBRE

Un ex presidente del Madrid profesa como dominico (1960)

Un ex presidente del Madrid
profesa como dominico (1960)

Rafael Sánchez Guerra fue presidente del Real Madrid desde el 31 de mayo de 1935 hasta la Guerra Civil. Concretamente, hasta el 4 de agosto de 1936, cuando el club fue incautado por las milicias. Rafael Sánchez Guerra era un hombre conocido en política, además, hijo de un célebre político, José Sánchez Guerra, que ocupó muy altos cargos, entre ellos el de presidente del Congreso y presidente del Consejo de Ministros. Conservador y monárquico, participó en una conspiración para derribar a la dictadura de Primo de Rivera, peripecia que coincidió con «la final del agua» (véase el día 3 de febrero). Rafael Sánchez Guerra fue un republicano convencido, republicano de derechas, muy afín a Alcalá-Zamora, junto al que participó en la creación del partido de la Derecha Liberal Republicana.

Alcalá-Zamora le nombró, cuando accedió a la presidencia de la República, secretario general de la Presidencia, cargo que compatibilizó con la presidencia del Madrid. Sánchez Guerra estuvo poco tiempo en el club, por la irrupción de la guerra, pero hizo un buen servicio: su influencia alteró el plan de Indalecio Prieto que, en su extensión de la Castellana, había dibujado el trazado por encima del viejo campo de Chamartín. Sánchez Guerra consiguió desviar el trazado y salvar el campo. Sánchez Guerra fue el presidente con el que el Madrid ganó la Copa de 1936, en Valencia, ante el Barça, cuando la gran parada de Zamora. La Guerra Civil le pilló en El Escorial, pero regresó a Madrid, donde trató de mantener el orden incluso cuando el gobierno se marchó a Valencia. En cierto modo, compartió el destino del socialista Julián Besteiro. Cuando los nacionales tomaron Madrid, ya en 1939, fue detenido en los sótanos del Ministerio de Hacienda, junto al resto de la Junta de Defensa de Casado.

Encarcelado, salió a los veintiséis meses, por la influencia de su primo, Antonio Barroso (hermano de Javier, el que fuera portero y luego presidente del Atlético), importante militar de la época. Se marchó exiliado a París donde reorganizó su vida. Enviudó en 1959 y, de acuerdo con una promesa que le había hecho a su mujer, decidió profesar como dominico. De nuevo por influencia de su primo Antonio Barroso, consiguió regresar a España, donde entró el 5 de octubre. Tras dudar entre la orden cisterciense de Santa María de Huerta y el Seminario Hispano Americano de Misioneros Dominicos de Villava, se decide por este último, donde entra primero como novicio y finalmente toma el hábito el 5 de noviembre de 1960 en presencia de sus hermanas Emilia, María y Constanza, de su hija Rosario y de su primo, el teniente general Antonio Barroso. Allí vivirá tranquilo sus últimos años, organizando y arbitrando partidos entre los monjes. El Real Madrid, con Bernabéu a la cabeza, le visitó, con ocasión de un partido de liga que se iba a disputar en San Juan, contra Osasuna. Fue el 8 de abril de 1963, y la presencia de los Di Stéfano, Puskás, Amancio, Zoco y demás provocó enorme revuelo en la pacífica comunidad. Fallecería un año después, el 2 de abril de 1964.