366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 2 DE NOVIEMBRE
Zaballa echa el balón fuera (1969)
Pedro Zaballa era un extremo veloz y potente, con cierta facilidad para el gol. Había nacido en Castro Urdiales y se había dado a conocer para el gran fútbol en el Racing de Santander, el equipo de su tierra. De allí lo fichó el Barcelona a principios de los sesenta, dentro de su proyecto de renovación del viejo y glorioso equipo de HH. Compañero de generación de los Rifé, Pereda, Zaldúa y Fusté cumplió bien en el Barça, del que se marchó dejando tras de sí 209 partidos y 56 goles. Ganó una Copa y una Copa de Ferias. Tuvo su mayor momento de gloria en su único partido con la selección cuando, en el camino de la Eurocopa de 1964 (que al final ganaría España [véase el día 21 de junio]) marcó los dos goles del triunfo (0-2) de nuestro equipo en Irlanda. Aquello le valió para ser bautizado como el «Zorro de Dublín», réplica del ya olvidado apodo de Gaínza, «Gamo de Dublín», por una gran actuación también en aquella ciudad bastante tiempo antes.
Del Barcelona pasó al Sabadell, entonces en Primera División. Este día su equipo visitó el Bernabéu. En el minuto 58 del partido, tras un rápido avance del Sabadell, el propio Zaballa lanza un balón sobre el área del Madrid, y a él acuden dos madridistas, el meta Junquera y el defensa Espíldora, y el delantero centro visitante, Palau. Hay un choque tremendo entre los dos madridistas, de resultas del cual Junquera cae al suelo, sangrando, y el balón, rebotado, le llega mansamente a Zaballa. La portería estaba vacía, Junquera en el suelo, a quince metros de ella, ni siquiera en la línea de tiro. En lugar de rematar a puerta y hacer un gol fácil, Zaballa prefirió echar el balón fuera de banda para no cobrar un gol con esa ventaja. El Bernabéu se quedó primero atónito y luego rompió en un gran aplauso que duró cinco minutos. Los servicios de asistencia salieron y atendieron a Junquera y a Espíldora, que tuvieron que ser sustituidos por Betancort y Zunzunegui. El partido acabó con un raquítico 1-0 a favor del Madrid, conseguido por Pirri a un minuto del final. Rosón, presidente del club, dijo al final del partido que no sabía si debía multar o felicitar a su jugador por lo que hizo. En realidad le felicitó.
El gesto trascendió fuera de España y le valió, a propuesta de la FIFA, el premio Fair Play de la Unesco, que fue a recoger a París. Su temperamento humilde le hizo sentirse algo incómodo en la ceremonia. Nunca le gustó presumir de ese gesto, cuya carga de deportividad es enorme. En realidad, por hacer gol no hubiera retrasado la asistencia a los dañados: tanto hubiera dado a esos efectos sacar el balón del campo «entre los postes y el larguero» que por cualquier otro lugar. Simplemente, no le pareció bien favorecerse de esa posibilidad para hacer un gol sin oposición, lo hubiera encontrado antideportivo. Aquel gol que no marcó pudo costarle caro al Sabadell, que acabó la liga el cuarto por la cola, empatado a puntos con el tercero, el Deportivo, que descendió. Entonces descendían tres. El Sabadell, que en la última jornada jugó (y perdió) en casa con el campeón, el Atlético, se salvó por los pelos.