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Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento, con el Real Madrid.
Diario AS

Gento había llegado al Madrid la temporada anterior y había caído mal entre la afición, que no vio en él más que un chico primitivo de torpeza hilarante: «Corre tanto que se deja atrás el balón», solía decirse. En verano, Bernabéu decidió desprenderse de él, pero Di Stéfano le disuadió: «Esa velocidad no se encuentra, y le pega al balón más fuerte que ninguno. Lo demás lo aprenderá». Al tiempo le sugirió que fichara a Héctor Rial, un argentino con el que había coincidido en Colombia, y que ahora jugaba en el Nacional de Montevideo. Rial era hijo de gallegos y había sido inscrito en el Consulado español, así que no ocupaba plaza de extranjero. Entonces solo se podía tener uno, y ese era el propio Di Stéfano. «Necesito en el medio campo un compañero que, cuando yo le dé el balón, él me lo devuelva.» Le gustaba la afición al juego combinativo que tenía Rial, que pensaba podría dar mucho provecho en el Madrid.

Rial debutó en la liga el primer día, el del famoso marcaje de Mangriñán a Di Stéfano (véase el día 12 de septiembre). Ganó el Valencia en el Bernabéu, pero a Rial, de interior derecha, se le vieron buenas maneras. La delantera quedó compuesta así: Durán, Rial, Di Stéfano, Mateos (la primera jornada, luego entraría Joseíto en esa posición) y Gento. Así jugó el Madrid hasta la salida a Vitoria, donde en el campo del Alavés Joseíto pasó a extremo derecha, Pérez-Payá entró como interior derecha y Rial a interior izquierda, junto a Gento. Y fue un hallazgo. Para la pequeña historia del Madrid quede aquí la alineación de ese día tan decisivo como olvidado: Alonso; Navarro, Marquitos, Lesmes II; Muñoz, Atienza II; Joseíto, Pérez-Payá, Di Stéfano, Rial y Gento.

Fue un día importante porque Rial supo sacar de Gento por fin lo que tenía dentro. Le sugirió que practicaran una jugada: cuando Rial tenía el balón se acercaba a Gento y se lo entregaba; este entonces tenía que devolvérselo para, inmediatamente, arrancar, y entonces Rial se lo enviaba en largo: tac-tac-tac… Otras veces, si la pelota empezaba en Gento, el tuya-mía tenía un toque más: Gento-Rial-Gento-Rial y lanzamiento profundo. Cuando empezaba la maniobra, el resto de la delantera arrancaba para llegar a tiempo al remate. Di Stéfano, la Saeta Rubia, que pululaba por el centro del campo pero llegaba como una centella, se hartó de hacer goles de esa forma.

Así sacó partido el Madrid a la descomunal velocidad de Gento, que ya no se dejaba el balón atrás, sino que lo perseguía, enviado por Rial con rara precisión a la distancia justa para que explotara su ventaja. Y entonces se comprobó que bajo la piel de tosco corredor de la montaña había un futbolista fabuloso, que después de aquel verano en que estuvo a punto de ser enviado fuera del club se mantuvo en este diecisiete temporadas más y contribuyó de forma decisiva al mejor período de la historia del club. Y todavía es el único jugador que ha ganado seis copas de Europa, récord que no le tiene más orgulloso que otro, que considera aún más difícil de alcanzar: ganó doce ligas. Entre ellas, la de aquella primera temporada de Rial, su socio perfecto.