365 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 11 DE SEPTIEMBRE
Robo de la FA Cup, el viejo «Little Tin Idol» (1895)
La primera Copa de Inglaterra, el más antiguo torneo futbolístico que existe, nació en las páginas de The Sportsman, una publicación deportiva en la que, entre otros, escribía Charles Alcock, cuyo recuerdo aún se venera en Inglaterra, casi cien años después de su desaparición. Alcock era un clásico sportman de la época, de buena familia, estudiante y entusiasta del nuevo juego. Militaba en los Wanderers, de los que era capitán. Tomó la idea de la copa de los torneos entre cursos (knockout tournament) del Harrow College y la propuso desde el periódico. Para la primera edición consiguió enrolar a quince equipos, y entre todos los promotores reunieron veinte libras para encargar un sencillo trofeo de plata, de veintiséis centímetros de altura, con una base de ébano. La llamaron FA Cup y la apodaron «The Little Tin Idol», «el pequeño ídolo de latón». Se acordó que el ganador la tendría durante un año y que la entregaría en la final siguiente, para que la recogiera el nuevo ganador, siempre por un año.
La primera final fue el 16 de marzo de 1872, en el desaparecido Kennington Oval. Ganaron los Wanderers (el equipo de Alcock) a los Royal Engineers por 1-0, gol de Betts. Y se llevaron la copa, que fue pasando año tras año de mano en mano. En 1895 la ganó el Aston Villa, que, como todos, la colocó en su oficina. Pero el 11 de septiembre de 1895 desapareció. Unos cacos entraron y se la llevaron. Y desde entonces no ha aparecido más.
Desde entonces, los clásicos del fútbol inglés la tienen por el Santo Grial de su historia particular y hay quien aún sueña con que aparezca en algún mercado de viejo, en el Soho o en cualquier otro rincón del viejo Londres. Muchos años más tarde del robo, Scotland Yard detuvo a un anciano ratero alcohólico, un mendigo con la mente llena de telarañas, que en los interrogatorios confesó haber robado en su juventud la célebre copa de las dependencias del Aston Villa. Creía recordar incluso dónde la había guardado, pero no apareció. Fue la última pista, o la única. Nunca más ha habido el menor hilo del que tirar con la esperanza de recuperar The Little Tin Idol.
Con la desaparición hubo que hacer otra copa, cuyo coste de veinticinco libras pagó el Aston Villa por su descuido, y que se disputó entre 1895 y 1911, cuando se le entregó a lord Kinnaird, otro de los pioneros del fútbol inglés, como homenaje a su dedicación. Kinnaird había sido durante veintiún años presidente de la Football Association. Se invirtieron entonces cincuenta guineas, a mayor gloria de lord Kinnaird, en una tercera copa, que es la que aún se disputa hoy y entrega cada año la reina al nuevo ganador. Pronto cumplirá los cien años. Pero el viejo Little Tin Idol sigue sin aparecer.