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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 7 DE SEPTIEMBRE

Luis Aragonés toma su decisión más polémica (2006)

Luis Aragonés y Raúl González, durante un entrenamiento de la selección española.
Jose JordanAFP

Luis Aragonés cogió la selección con vistas al Mundial de 2006, al que llegamos un poco por la puerta de atrás, con repesca ante Noruega, pero llegamos. En la fase de clasificación ya hubo sus dimes y diretes con Raúl, que esa temporada había tenido una larga lesión de la que se repuso a finales del invierno. Cuando se hubo curado, Luis dejó ver sus primeras dudas a la hora de llevarle a la selección. Alguna vez fue suplente, con gran algarada. Su presencia en cada convocatoria, en cada aeropuerto, en cada conferencia de prensa, llegó a ser polémica. Una vez llegado el Mundial, Raúl es suplente en el primer partido, en el que España golea a Ucrania. También en el segundo, ante Túnez, pero sale con el partido atascado, marca un gol y su celebración, con los más veteranos (va a la banda a abrazarse con Salgado y Cañizares), da mucho que hablar. El tercero, contra Arabia, también lo juega, pero en realidad lo juegan todos los suplentes, con la clasificación asegurada. La gran incógnita sobre si Raúl sí o Raúl no llega en el cruce de cuartos, ante Francia. Sale Raúl y España cae. La afición se divide. Unos culpan a Luis; otros dicen que su único pecado ha sido acobardarse y tragar finalmente con Raúl.

Pese a que había dejado caer que si no hacía un gran Mundial se marcharía, Luis decide seguir, no sin polémica, con vistas a la Eurocopa de Austria-Suiza. España empieza el curso con un amistoso en Islandia, del que el Barça retira a Xavi y Puyol para que jueguen la Supercopa de España. Después de ese partido, España recibe a Liechtenstein en Badajoz, en partido ya de clasificación. Triunfo fácil. Inmediatamente llega la visita a Belfast, que se jugará entre grandes tensiones. La selección está concentrada en Las Rozas y Luis da el domingo libre. Hay que volver a las nueve de la noche. Varios jugadores llegan pasadas las doce. Raúl espera que a la mañana siguiente Luis les amoneste, pero este no lo hace, así que decide retarle. La noche del lunes, tras la cena, se queda en la barra del hotel tomando una cerveza, con Míchel Salgado. Cuando el brazo derecho de Luis, el preparador físico Jesús Paredes, acude a decirles que deben acostarse, estos le piden que venga Luis. Luis acude y se quejan de su falta de rigor para con los que llegaron tarde. Y le exigen que en la mañana del martes diga algo. En el entrenamiento de la mañana del martes se habla de eso, hay reproches y el ambiente queda enrarecido.

Con eso va España a Belfast, donde pierde 3-2, con tres goles de Healey. Irlanda del Norte es una selección modesta, que solo en febrero de ese mismo año había conseguido romper una racha de trece partidos seguidos sin marcar un solo gol. (El propio Healey fue el autor del milagro.) Su entrenador es Lawrie Sanchez, un inglés hijo de ecuatoriano, un personaje sin relevancia alguna en el fútbol. España vuelve con malas caras y desembarca de madrugada. Los jugadores van al Meliá-Barajas, donde Luis tiene la costumbre de hacer que todos se queden a dormir, incluso los madrileños, para que no tengan sobre los de otros sitios el privilegio de pasar una noche más en casa. Raúl se ha resistido casi siempre a quedarse en el hotel en esos casos, le parecía más lógico que le dejaran ir a dormir a su casa. Ese había sido uno de los varios motivos de fricción entre ambos personajes. Llegados al hotel, Raúl le pregunta a Luis: «¿Qué hago, me quedo o me puedo ir a casa?». «¡Váyase! Ya sé que no puedo contar con usted para nada.» Luis había tomado la decisión: Raúl no volvería a la selección. Su carrera internacional había terminado en Belfast, a los 102 partidos y 44 goles.