366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 24 DE AGOSTO
Prohibido ceder al portero (1992)
He aquí el último cambio de importancia del Reglamento de fútbol, del que se suele decir que se conserva inamovible tal como se redactó en su día, y no es así. El reglamento tal como lo conocemos fue fruto de una larga evolución desde su primera redacción (1863, en las célebres reuniones de la Freemasons Arms, véase también 26 de octubre y 8 de diciembre) hasta que Stanley Rous le dio en 1925 su forma actual, en XVII reglas, incluyendo una modificación crucial en el fuera de juego. Pero después de aquello ha experimentado algunos cambios al compás de la necesidad. El más notable se incorporó al comienzo del torneo de fútbol de los JJ OO de Barcelona, y trató, con éxito, de reducir las pérdidas de tiempo de los equipos acudiendo al auxilio del portero.
El problema venía de tiempo atrás y había empezado a hacerse insufrible con el Mundial de Italia-90, en el que en varios partidos el portero había llegado a ser el jugador con más posesión de balón del equipo, hasta cuatro minutos. Los equipos que iban en ventaja o querían perder tiempo ponían indefectiblemente en funcionamiento un hábito que perjudicaba el espectáculo: cuando reanudaban el juego tras un saque de puerta, los centrales se pasaban el balón premiosamente. Cuando un rival venía a presionarles se lo cedían al portero, que lo cogía, lo botaba y, cuando se alejaba el rival que presionaba, vuelta a empezar. Muchos minutos de los partidos se escapaban por ahí. Juanito, que acudió como comentarista de TVE, se quejó insistentemente de esa práctica en las transmisiones.
La nueva norma estableció que, si un jugador «actuando deliberada- mente patea el balón hacia su portero, este no podrá tocarlo con la mano, bajo pena de un libre indirecto». La falta se lanzaría desde el punto en que el portero recogiera el balón con la mano. Se aclaraba que si el jugador había tocado el balón con el pie sin intención de enviárselo al portero, este sí podría recogerlo con la mano, para dar continuidad al juego. Pero se advertía sobre la picaresca de quienes, estando en posesión del balón, lo levantaran con el pie para enviarlo con la rodilla o con la cabeza, acción que no evitaría la falta y que sería, además, castigada con amonestación.
Los porteros protestaron. Ya hacía veinticinco años que las normas estaban tratando de limitar su juego con las manos, de manera que a algunos les cambiaron las reglas más de una vez desde que eran niños aspirantes a futbolistas hasta ese momento. En los sesenta, los porteros podían retener el balón el tiempo que quisieran, siempre que lo botaran o lo echaran en el aire. Luego se les obligó a desprenderse de él tras cuatro pasos. Finalmente, tras un máximo de seis segundos de tiempo. Esta nueva norma les exigía ser más hábiles con el pie para los casos en que sus compañeros, en situaciones de agobio, decidieran cederles el balón. La nueva norma dio lugar a algunas escenas chuscas y goles tontos, pero al cabo del tiempo ha sido comúnmente aceptada como una ventaja para el espectáculo.