MÓNACO 1 - VILLARREAL 0 (1-2 EN LA IDA)
La Champions exige más
El Villarreal, lejos de su mejor nivel y con un arbitraje lamentable, cae ante un Mónaco menor y se tendrá que conformar con disputar de nuevo la Europa League.
El Villarreal sólo hizo méritos para ser equipo de Champions el curso pasado, cuando enamoró con una velocidad de crucero y con un hambre encomiable. En esta previa, salvo algún rato suelto, jamás fue mejor que el Mónaco. Y no sólo por el lastre de las bajas. Ocho en la ida y seis en la vuelta. También porque nunca se comportó como es. Físicamente no llegó a esta reválida a punto. Y eso condiciona todo. La cabeza quería pero las piernas no pudieron. Así, más que olvidarse de que la presión y el juego hilvanado desde atrás le hicieron brillar, es que no pudo ejecutarlo. Si en El Madrigal ya fue una caricatura hace una semana, esta vez en el Louis II siguió su tratado de impotencia. Por eso este Villarreal dice adiós a la máxima competición y es de Europa League. Ahora mismo es el nivel que mejor le queda y el que más le conviene.
A Escribá le pareció que el 1-2 del primer partido sólo fue un accidente, así que únicamente cambió a un jugador de aquel once, N’Diaye, con el rudimentario plan de buscar el balón largo y la segunda jugada. Y si mala fue la puesta en escena ante un rival más fuerte, más alto y más ágil, peor pareció la falta de soluciones. Revulsivos había pocos, aunque fórmulas diferentes existen varias. Sólo al final del primer tiempo el Villarreal mostró al menos ambición. Despertó tras una buena ocasión de Lemar en el 31’, que casi sorprende a Asenjo bajo piernas, y después de confirmar, por fin, que este Mónaco no es lo que fue. Fabinho, buen lateral, juega de mediocentro...
El Submarino pudo marcar antes del descanso tras un excelente pase al hueco de Bruno y una buena galopada de Santos Borré, pero al atlético le sobran ganas y le falta temple. Falló un uno contra uno, con todo a favor, que pudo cambiar la eliminatoria. Para colmo, el colegiado no vio después un claro penalti de Raggi por manos, por lo que la moral amarilla comenzó a menguar después de haber dado un repunte esperanzador.
El segundo tiempo no trajo mejores noticias para el Villarreal. Santos Borré tuvo la revancha personal nada más volver del descanso. Y a su disparo, alto y desviado, le faltó un control previo y algo más de conducción. El resto fue lo mismo. Y con menos fuerzas. El Villarreal no supo hincar el diente a una roca y ofrecer alternativas para sortear los problemas. Mientras, el Mónaco, cómodo en defensa, se limitó a arroparse en defensa y a salir a la contra con un par de valientes. Su trabajo ya lo hizo en Castellón, aprovechando los regalos de su adversario en defensa. No echó de menos a Falcao ni tuvo que tirar de Moutinho más de lo necesario. Sin hacer nada hasta se encontró la victoria en el último minuto con un penalti de Musacchio inventado. Fabinho no falló. Como en Vila-real.
La derrota, dolorosa, frena las ilusiones del Villarreal, impide recuperar de inmediato con esta bolsa el dinero invertido en fichajes, castiga a un proyecto que merecía una alegría, da la razón a Marcelino a sus quejas de la planificación del equipo y, con esta previa en la mano, los fichajes comienzan la temporada bastante cuestionados. Ante el Mónaco, que ha sido el primer gran examen, José Ángel no dio motivos para hacer dudar de Jaume Costa. Soriano es bueno, pero no tanto como Denis Suárez. Santos Borré está muy lejos de Bakambu y de Soldado. Y Pato, un diez de clase, está para ser un gran complemento pero no para ser el líder de un equipo que debía dar un salto de calidad. Con más exigencias y dinero que antes, los mejores volvieron a ser los de siempre. Y eso, no es buena señal. Lástima que los méritos para poder viajar por la Champions se hagan en mayo y estos billetes se compren en agosto. Tres meses en fútbol son una eternidad.