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Students at the National School for the Arts in Port-au-Prince, Haiti, on August 16, 2004, put the finishing touches on a painting they are preparing as a gift for the Brazilian national football team. The Brazilian and Haitian national teams will play a friendly match on Aug. 18. UN Ambassador Against Poverty "Ronaldo" will lead the team in the "Match for Peace" meant to promote peace and reconciliation in the violence-ridden country. REUTERS/Daniel  Morel   HAITI PUERTO PRINCIPE PINTURA CUADRO BRASIL
 PUBLICADA 18/08/04 NA MA18 3COL
DANIEL MORELREUTERS

Haití, que recientemente ha sido otra vez trágica noticia por el terrible terremoto que ha sufrido, con 200 000 víctimas mortales, es un país eternamente atormentado por convulsiones políticas sin fin que proceden del período de la emancipación de los esclavos. Enclavado en un paraíso natural, rara vez ha alcanzado la paz. En el verano de 2004 estaba en uno de tantos períodos difíciles, con luchas en las calles, cuando alguien tuvo la idea de acudir a Lula, figura emergente en el Tercer Mundo, como mediador entre las partes en conflicto. Y Lula creyó aportuno enviar, como gran embajada de paz, a la selección de Brasil, la verdeamarelha, la pentacampeona del mundo, el equipo quizá con más partidarios del planeta. La selección de Brasil acababa de ganar el premio Príncipe de Asturias del Deporte por sus repetidos éxitos y por su permanente mensaje de alegría y excelencia en el deporte.

Fue una propuesta arriesgada. En la selección de Brasil militaban (como casi siempre o incluso más que otras veces) estrellas descomunales, jugadores de valor extremo para sus clubes, hombres muy tentadores para un secuestro que sirviera como propaganda a cualquiera de las fuerzas enfrentadas, al modo que ocurrió con Di Stéfano en Venezuela (véase el día 27 de agosto) o, antes aún, con Fangio en Cuba. Pero, puestas todas las cosas en la balanza, se decidió que merecía la pena y finalmente se concertó un partido contra la selección local, Haití, en Puerto Príncipe. Haití había llegado a participar en la fase final del Mundial de Alemania-74, donde su mayor logro fue el gol que Sanon le marcó a Zoff, y que concluyó con los 1143 minutos de imbatibilidad del mítico portero italiano. Fuera de eso, no hizo más. Volvió con tres derrotas, dos goles marcados y catorce encajados.

Pero era una ilusión encarar a la pentacampeona. El partido, ante los 15 000 espectadores que reventaban el Sylvio Cator de Puerto Príncipe (muchos más se quedaron fuera), se jugó en un ambiente caótico, entre unas medidas extraordinarias de lo que se llamaba Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, la MINUSTAH. Los jugadores llegaron a Haití procedentes de la República Dominicana una hora antes del partido y fueron trasladados en tanquetas al estadio. Allí, sobre un césped de hierba sintética y bajo un calor sofocante, fueron recibidos con un entusiasmo sin igual. El equipo lo formaron: Julio César; Belletti, Juan, Roque Júnior, Roberto Carlos; Edú, Gilberto Silva, Juninho Pernambucano, Ronaldinho; Roger y Ronaldo. Luego entrarían también Cris, F. Henrique, Pedrinho, Magrão, Renato, Adriano y Nilmar. Ganó Brasil por 0-6, porque lo cortés no quita lo valiente, con tres goles de Roger y tres de Ronaldinho, todos ellos aplaudidísimos. Lula asistió al partido, feliz. El fútbol, un signo distintivo de su país, había contribuido a llevar la paz a Haití. Y él reforzaba su papel de líder de un Tercer Mundo emergente resuelto a resolver sus problemas y sus diferencias.