366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 17 DE AGOSTO
El Parlamento holandés aprueba el traspaso de Cruyff (1973)
El 26 de mayo de 1973, la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes aprobó de nuevo la importación de jugadores extranjeros, prohibida tras el fracaso de España en el Mundial de 1962. El principal argumento para reabrirla fue que no nos había ido mejor en los sucesivos mundiales. En el de 1966 también caímos a la primera, para el de 1970 ni siquiera nos clasificamos. Nuestros grandes clubes presionaban para poder hacerse más competitivos en las competiciones europeas. Con la aprobación, todos se dispusieron a reforzarse en la medida de sus posibilidades. El Barça apuntó más arriba que nadie: a Johan Cruyff, el mejor jugador del momento, sin discusión.
Fueron unas gestiones laboriosas, pilotadas por el gerente del club, Armando Carabén, un tipo sagaz y prudente que nunca se deslizó en una declaración y que tenía la ventaja de estar casado con una holandesa. Van Praag, ex jugador del club, era el presidente del Ajax. Cor Coster, un joyero adinerado, llevaba los intereses de Cruyff, de quien era el suegro. Las conversaciones, en las que también participó el entrenador, Rinus Míchels, se alargaron pero culminaron por fin el día 15 de este mes; a la salida de una de las interminables reuniones en el hotel Esso de Ámsterdam, Van Praag dijo lacónicamente a los periodistas: «Okay, Cruyff-Barcelona». Pero el asunto aún tuvo que pasar un trámite en el Parlamento, porque la Federación holandesa se oponía y creía tener derechos legales para hacerlo. El propio ministro de Asuntos Sociales del país, Boersma, hubo de conseguir la aprobación de la operación en el Parlamento, a instancias del diputado socialista Patijn, que le requirió con el fin de que levantara las dificultades para el acuerdo. El asunto creó un debate encendidísimo en los Países Bajos y provocó incluso la dimisión en pleno de la Comisión de Futbolistas Profesionales de la Federación holandesa. Finalmente, Cruyff firmó el día 18 por el Barça. El presidente del club era entonces Agustí Montal, cuyo padre, del mismo nombre, ya había presidido el club años antes. Montal pagó un millón de dólares al Ajax y otro millón a Cruyff por las tres temporadas de su primer contrato. Cruyff tuvo que enfrentarse en sus últimos días en el Ajax (para el que dejó tres copas de Europa en las vitrinas) con la ira de los aficionados, que llegaron a apedrearle cuando se desplazaba en coche con su mujer.
El retraso en la incorporación hizo que Cruyff no pudiese participar en el Gamper (en el que sí lució el otro fichaje extranjero, el peruano Sotil) ni en los primeros partidos de liga. El club organizó una serie de amistosos, muy rentables, para que fuera cogiendo la forma y acoplándose con los compañeros. Así, jugó contra el Brujas, el Kickers Offenbach, el Arsenal y el Orense. El Barça ganó esos cuatro partidos, en los que Cruyff marcó un total de cinco goles. Con todo, el debut no se produjo hasta el 28 de octubre. Para entonces se hacía la broma de llamar a los culés ranas, porque siempre estaban clamando «cruyff, cruyff» para que apareciera el astro. El Barça empezó la liga retrasándose respecto a los líderes, Atlético y Valencia, a los que llegó a tener a cuatro puntos. También cayó en la Copa de la UEFA, ante el Olympique de Niza. Pero Cruyff no quería jugar hasta que no estuviera a punto. Por fin, el 28 de octubre se produjo el debut, en un partido relativamente sencillo, en casa, ante el Granada. Cruyff marcó dos goles en un Barça que fue un vendaval y ganó el encuentro por 4-0. El público se marchó entusiasmado, con la convicción de que el Barça entraba en una nueva era. Había merecido la pena esperar. De hecho, el Barça seguiría a partir de entonces una marcha arrolladora, que le daría el título y que incluiría un sonoro 0-5 en el Bernabéu ante el Real Madrid. El Barça ganaría aquel año, gracias a Cruyff, su primera liga desde 1960, tiempos todavía de Kubala, Ramallets y Helenio Herrera.