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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 11 DE AGOSTO

Puskás ficha por el Madrid (1958)

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Puskás ficha por el Madrid (1958)

Ferenc Puskás bien podría haberse llamado Ferenc Purczfeld, que era el apellido de su padre. Pero este se cambió su apellido bajo la regencia del almirante Horty, que quiso magiarizar el país después de la disolución del Imperio austrohúngaro, y escogió para él y para su descendencia el apellido Puskás (escopeta en magiar). Quizá sin darse cuenta estaba fijando la vocación de su hijo, porque este le salió un chutador de rarísima precisión. Fue un portento desde muy joven, por su inteligente juego, por su sprint corto y por la extraordinaria puntería de sus disparos. Con eso llegó a capitán de la selección húngara, el mejor equipo del mundo a mediados de los cincuenta. El equipo del 3-6 en Wembley, el partido del siglo. Cuando los tanques soviéticos entraron en Budapest, en el invierno de 1956, el Honved estaba en Viena, camino de Bilbao, para jugar un partido de la Copa de Europa. Él y algunos de sus compañeros prefirieron no regresar.

Se quedó en la Riviera italiana, contratándose para diversos partidos amistosos. Algo parecido hacían Kocsis y Czibor. Detrás dejaba una carrera con 83 goles en 84 partidos en la selección húngara. Por delante tenía un futuro incierto, pero al menos estaba en Occidente. Jugaba y engordaba. Era más bien bajo y con tendencia a coger peso. Su régimen deportivo no era muy riguroso y sufría una tendencia natural al sobrepeso. No obstante, Bernabéu, que ya tenía a Kopa, Rial, Di Stéfano y Gento en su delantera, decidió incorporarle. Hizo algunas gestiones y se decidió. No todo el mundo en el club lo veía bien. Tenía ya treinta y un años, doce kilos de más y un año y medio sin jugar en serio. El Madrid había ganado ya las tres primeras copas de Europa. Ese año había ganado además la liga y había sido finalista de Copa. ¿Para qué necesitaban a ese gordito? Carniglia, el entrenador, era de los que no lo querían. Cuando se decidió la operación, Antonio Calderón, el gerente, se lo comunicó: «Don Santiago me encarga que le diga que hemos fichado a Puskás». Carniglia se engalló: «¿Ah, sí? ¿Y qué hacemos con su barriga?». Calderón repuso firme: «La barriga se la quita usted, ese es su trabajo».

Puskás firmó ese día 11 y de inmediato se incorporó al entrenamiento. Muchos jugadores le esperaban con reservas. Mateos, muy querido en el grupo, veía su puesto en el aire. Varios murmuraban. Al acabar el entrenamiento todos esperaban el veredicto de Di Stéfano, y este fue terminante: «Este pancho maneja la bola con la izquierda mejor que yo con la mano». Y ya no hubo más cuestión. Puskás contaba con el beneplácito de Di Stéfano y Bernabéu pudo disfrutar de su delantera soñada. Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskás y Gento. Carniglia torció el gesto, pero tuvo que tragar. Eso sí: a la final de la Copa de Europa (era la cuarta) no le llevó, pretextando que era en Stuttgart y que Puskás podría no ser bien visto en Alemania. Eso le costó el puesto.

Puskás fue jugador del Madrid durante nueve temporadas, hasta pocos meses antes de cumplir los cuarenta años. Ganó cinco ligas, tres copas de Europa y una Intercontinental. Marcó cuatro goles en la final de 1960 (contra el Eintracht de Fránckfort) y tres en la de 1962 (contra el Benfica). Dejó en el Madrid 261 partidos oficiales con 236 goles. Mereció la pena quitarle la barriga.