366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 5 DE AGOSTO
«Más vale perder un partido por nueve…» (1980)
Al comienzo de la temporada 1980-1981 el Real Madrid tenía motivos para sentirse feliz. El año anterior había ganado el doblete, y en la Copa de Europa solo había caído en semifinales ante el Hamburgo, por una mala noche en el partido de vuelta. El equipo, de la mano de Boškov, cuajaba. Estaba en marcha la renovación hacia el equipo de «los Garcías» y había de dónde echar mano para hacer mejoras: el rival en la final de Copa había sido el propio filial, el Castilla, del que se subieron tres jugadores: Agustín (portero), Gallego y Pineda. Tan seguro se sintió el
Madrid que aceptó, un tanto imprudentemente, un amistoso en Múnich cuando solo llevaba ocho días de preparación. El Bayern llevaba más de tres semanas y estaba a punto para empezar la Bundesliga nueve días después. Pero el dinero era interesante y…
Y el Madrid fue y resultó una debacle. Las víctimas fueron García Remón (Agustín); Pérez García (Pineda), Benito (Gallego), García Navajas (Sabido), Camacho; García Hernández (Portugal), Ángel, Stielike; Isidro, Santillana y Cunningham. Del Bosque y Juanito, que no viajaron por no estar a punto, se libraron del bochorno. Al descanso ya iba siete a cero. El Bayern se cebó, con Breitner (que había jugado en el Madrid y había regresado a su club de origen), Rummenigge, Hoeness y demás, desatados. Encima, el árbitro, alemán, parece tener algo contra el Madrid, al que pita tres penaltis de los que dos no son, y concede un gol a pesar de la falta previa de Hoeness a Sabido, falta tan violenta que el joven central tiene que ser retirado en camilla. Pero no hay excusa ni consuelo posible para una derrota, que resulta ser la mayor que ha sufrido el Madrid en toda su historia. Sale a relucir como único referente un 8-1 contra el Espanyol, encajado en los tiempos de Maricastaña.
El día siguiente, en el aeropuerto de Barajas, espera al Madrid un número inusual de periodistas, para tratarse de un amistoso. Se espera sobre todo la explicación de Boškov, el entrenador, que tenía tantas simpatías, por su modo desenfadado de ser y el buen manejo que había hecho del equipo, como antipatías, por su español de media lengua y por frases como aquella de «Fútbol es fútbol». Esta vez se supera: ante el coro de entrevistadores, tras hacer algún análisis del partido («Jugamos muy mal», no lo oculta) y sin escudarse en la falta de preparación, que bien podría haberlo hecho, y ante la insistencia de todos en el escandaloso monto de la derrota, suelta tan tranquilo: «Es mejor perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol». Y todos nos quedamos pensando cuánta razón tenía.