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HISTORIAS DEL FÚTBOL | 23 DE JULIO

Dos arbitrajes enfrentan a Europa y América (1966)

El Mundial de 1966 se jugó en Inglaterra, donde tres años antes se había celebrado el centenario del nacimiento del fútbol. El presidente de la FIFA era Stanley Rous...

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Dos arbitrajes enfrentan a Europa y América (1966)

El Mundial de 1966 se jugó en Inglaterra, donde tres años antes se había celebrado el centenario del nacimiento del fútbol. El presidente de la FIFA era Stanley Rous (más adelante sir Stanley Rous), que se había propuesto que lo ganara Inglaterra por fin. Así que aunque en principio se estipuló que cada país finalista aportaría dos árbitros (Inglaterra designó a los suyos, Finney y Howley), en el curso del torneo fueron apareciendo, por arte de birlibirloque, cuatro árbitros ingleses más: McCabe, Taylor, Dagnall y Crawford, además del galés Callagham, el irlandés Adair y el escocés Phillips. Todos actuaron, en cada caso, de la forma que más convenía a la organización, como suele ocurrir en todos los mundiales, dicho sea de paso.

El 23 de julio se jugaban los cuartos de final: Inglaterra-Argentina, Alemania-Uruguay, Portugal-Corea y Hungría-URSS. Algo ya huele raro el día 20, según contó más tarde Pedro Escartín, que pertenecía al comité de designación, porque este no se reunió. Se fijó a una hora imposible, las diez de la mañana, a la que no podrían asistir algunos de los miembros que estaban fuera de Londres, en otras ciudades del campeonato, porque los trenes no llegaban a tiempo. Así que se lo cocinó solo Stanley Rous con el miembro coreano, al que trajinó fácilmente. Resultado: árbitro alemán para el Inglaterra-Argentina, Kreitlein, y árbitro inglés para el Alemania- Uruguay, Finney.

Y los dos la liaron. Kreitlein expulsó a Rattín, capitán de Argentina, por protestarle reiteradamente las duras entradas de Nobby Stiles (véase el día 21 de marzo), un miope dentón que jugaba en el medio campo y pegaba, pegaba y pegaba. La expulsión de Rattín fue sonada. Se negó a abandonar el campo, tuvo que intervenir un intérprete, Argentina amenazó con la retirada y el asunto se demoró ocho minutos. Rattín primero se sienta en la alfombra roja que conduce al palco, luego se va y de camino retuerce el banderín de córner, hecho con los colores de la bandera inglesa. Al final ganó Inglaterra por 1-0, un cabezazo de Hurst en el que los argentinos reclamaron fuera de juego. Eso sucedió en Wembley, televisado en directo para casi todo el mundo, porque fue este el partido que más televisiones escogieron. Mientras, en el Hillsborough de Sheffield, se enfrentaban Uruguay y Alemania, con árbitro inglés, Finney. Con 0-0, a Uruguay le roban un penalti de libro. La foto es sonrojante: el rubio Schnellinger salta bajo el larguero y conecta con el puño un balón que ya se colaba. Nada de penalti: córner. El lance irrita a los uruguayos, a los que Finney reprime. Le toma poco tiempo dejarles con nueve. Acaba ganando Alemania por 4-0.

Aquello levantó a toda América, que se sintió ultrajada y humillada y se hizo solidaria con sus dos representantes. Y es peor aún cuando el seleccionador inglés llama «¡Animals!» en la prensa a los jugadores argentinos, de los que dice que han estado provocando y escupiendo continuamente a los ingleses. El epíteto alcanza grandes titulares en los periódicos británicos. Ya antes de eso, en la fase de grupos, Brasil había caído por la permisividad de los árbitros con los rivales, que llegó hasta el punto de que Pelé no pudo completar ningún partido: en dos se retiró lesionado y el otro no lo jugó. La sensación de que Europa se lo cocinaba todo, desde el número de participantes hasta los arbitrajes, creó un enfado monumental en Suramérica, que se tradujo después en violentísimas escenas en los partidos de clubes de la Copa Intercontinental.