366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 20 DE JULIO
Eusébio es declarado por Oliveira Salazar «Patrimonio del Estado» (1964)
Al terminar la temporada 1963-1964, la Juventus estaba preocupada por el ascenso de nivel del Inter y del Milán, que la estaban desplazando del foco europeo. Los dos habían ganado ya la Copa de Europa: el Milán el año anterior, en la final ante el Benfica, y el Inter la última, en final ante el Real Madrid. El Milán tenía una gloriosa figura en Rivera, el Inter tenía dos, Luis Suárez y Mazzola, además de al polémico Helenio Herrera, que había armado un equipo defensivo y vencedor. En la Juventus, Sívori envejecía, hacía falta una estrella para recuperar el primer plano. Para conseguir, por fin, la Copa de Europa que los rivales milaneses ya tenían.
Y la Juve pensó en Eusébio, el fabuloso jugador portugués. Procedente de Mozambique, entonces provincia portuguesa, había fichado por el Benfica tras un duro pleito con el Sporting de Lisboa, y había demolido al Madrid en la final de la Copa de Europa de 1962, con dos goles que le hicieron alcanzar celebridad máxima. Era, en realidad, el gran jugador europeo del momento, justo lo que necesitaba aquella Juve para reactivar la ilusión. La oferta al Benfica fue tremenda. El fútbol italiano era entonces el más rico con diferencia y se atrevía a todo. En esos mismos años se había llevado en dos temporadas a Luis Suárez, del Barcelona, a Luis del Sol, del Real Madrid, y a Joaquín Peiró, del Atlético.
La pretensión fue una bomba en Portugal. La oferta era tal que el Benfica no se decidía a rechazarla, y mucho menos dado que Eusébio quería irse, pues sus ingresos se multiplicaban por cuatro. En medio de una fuerte convulsión nacional, el presidente-dictador, António de Oliveira Salazar, invita a comer a Eusébio en su propia residencia oficial. Sin más preámbulos le espeta: «Usted no puede irse al extranjero. Entienda que usted es un patrimonio del Estado». Eusébio no se corta y replica: «¿Y cómo es que siendo patrimonio del Estado tengo que pagar impuestos?». Pero Oliveira Salazar rechaza la réplica con un movimiento suave de la mano y se pone a hablar con él de fútbol, como si el tema central estuviera consumido. Y, efectivamente, lo estaba. Eusébio no quiso hacer ninguna nueva reivindicación, admirado, según dijo luego, por la personalidad y por los conocimientos de fútbol del dictador.
Así que se quedó en Portugal y dos veranos después contribuyó a que el equipo nacional fuera tercero en la Copa del Mundo, con nueve goles suyos, que le hicieron máximo goleador. Entonces le llegó una oferta del Inter, que esta vez sí pudo aceptar. (El verdadero miedo de Oliveira Salazar era que Eusébio dejase de participar en la Copa del Mundo de 1966.) Sus méritos en aquel Mundial le abrieron el permiso. Eusébio firmó por el Inter, le encontraron casa, estaba dispuesto a irse… y, en eso, una disposición de la Federación Italiana de Fútbol cerró temporalmente la entrada de jugadores extranjeros y la operación se frustró.
Así que el genio portugués, la «pantera negra», se quedaría en Portugal hasta 1975, cuando se marchó al fútbol norteamericano. Con su Benfica ganaría el Balón de Oro de 1965 y la Bota de Oro en 1968 y 1973, con 43 y 40 goles respectivamente. Cuando por fin salió de Portugal para jugar en Norteamérica y en México, había sufrido seis operaciones en la rodilla izquierda y una en la derecha, tenía treinta y dos años y había sido, sí, como dijo Salazar, un «Patrimonio del Estado». Hoy, una estatua suya, apoyado sobre una rodilla, con un balón entre una mano y el suelo y una hoja de laurel elevada al cielo con la otra, adorna la entrada principal del campo del Benfica.