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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 9 DE JULIO

Zidane topa bruscamente con Matterazzi (2006)

Zidane topa bruscamente
con Matterazzi (2006)

Jugador extraordinario y elegante como pocos, Zidane ha dejado una estela inolvidable de su paso por el fútbol, singularmente desde su incorporación al Madrid galáctico. El día cumbre de ese período tan feliz en la vida del club madrileño fue el gol del francés, de volea, con la izquierda, recogiendo un pase bombeado de Roberto Carlos, en la final de la Champions de 2002, en el Hampden Park de Glasgow. El balón describió una parábola perfecta para colarse por la escuadra y el Madrid ganó ese título gracias a ese gol, y tras un final emocionantísimo en el que destacaron tres paradas de Casillas, que había entrado como suplente por lesión de César.

Zidane siempre fue un tipo humilde y tranquilo, al que algunas de las cosas que vio en la plantilla del Madrid le pesaron. Ya al primer mes de su llegada se quejó a Florentino Pérez de que Figo no le pasaba. Zidane jugaba al fútbol por disfrute, no tenía ningún colmillo afilado, no entendía el juego si no era entre buenos amigos. Por eso cuando en el Madrid las cosas empezaron a torcerse más de la cuenta anunció en el club que dejaría el fútbol un año antes de lo previsto, al final de la temporada 2005-2006, pese a que tenía firmada una temporada más. Perdonó la cantidad neta de mil millones de pesetas. Su última temporada terminaba con el Mundial, en el que Francia defendía el título de campeón. Una gran oportunidad para irse por la puerta grande.

Y Francia llegó a la final, en la que se enfrentó a Italia. Zidane fue de menos a más en el campeonato, en el que ninguna gran estrella llegó a hacerle sombra. Iba claramente para mejor jugador del Mundial. En la final marcó el gol de Francia, con un penalti a lo Panenka, o casi, y estuvo a punto de decidir el partido con un gran cabezazo al que replicó Buffon con la parada del campeonato. Se llegó a la prórroga y en ella ocurrió la escena que Zidane querría con todas sus fuerzas borrar de su pasado. Matterazzi, un gigantón duro y malencarado que justamente había marcado para Italia el gol del empate, le estaba agarrando continuamente de la camiseta. Zidane, harto, le dijo:

—Si quieres mi camiseta, pídemela y te la daré al final.

A lo que Matterazzi respondió:

—Prefiero que me dé la suya tu hermana.

En la cultura de Zidane una ofensa así es intolerable y la respuesta del italiano desencadenó en él un reflejo atávico. Le propinó un cabezazo tremendo a la altura del pecho, que dio con el gigante en tierra. Era el minuto 110 del partido, quedaban solo diez minutos para los penaltis, para el final de la carrera oficial de ese jugador tan grande. El árbitro, Horacio Elizondo, atento al juego, no lo vio, pero sí Medina Cantalejo, cuarto árbitro, que le avisó. Zidane fue expulsado. El final de su carrera se adelantó diez minutos. El premio a mejor jugador de la Copa del Mundo, quizá el Balón de Oro y el FIFA Player del año, como broches de su carrera, también. El partido llegó a los penaltis y ganó Italia, y todos los honores del partido y del año fueron para Cannavaro, capitán de la Italia vencedora. Fue un triste final para un jugador grandioso.