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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 30 DE JUNIO

Alemania, ¡quién si no!, inaugura el gol de oro (1996)

La selección de Alemania ganó su última Eurocopa en 1996 con gol de oro.
Clive MasonDiario AS

Estábamos en plena época de Clemente. España estuvo presente en aquella fase final de la Eurocopa, pero en medio de un ambiente desagradable por las malas relaciones entre el seleccionador y buena parte de la prensa. En la fase de grupos empatamos los dos primeros partidos (con Bulgaria y Francia) a última hora y el tercero lo ganamos, también muy a última hora, contra Rumanía. Así fuimos a cuartos, donde nos tocó el local, Inglaterra. Jugamos mejor, pero caímos en la tanda de penaltis, con aquel Zubizarreta que se desplomaba lánguidamente para un lado con aire de ser incapaz de alcanzar ninguno. Hierro estrelló el primero en el larguero, a Nadal le pararon el cuarto y los ingleses no tuvieron necesidad de tirar ni el quinto. Nos volvimos en cuartos. Estábamos en plena leyenda del maleficio de los cuartos.

Siguió la Copa. Semifinalistas fueron Inglaterra, Francia (que también pasó en los penaltis), Alemania y Checoslovaquia. Las semifinales se dilucidaron asimismo en los penaltis, y pasaron Alemania y Checoslovaquia. Se estaba extendiendo entonces cierto hartazgo de las series de penaltis y para evitarlas se había dispuesto que en caso de producirse algún gol en la prórroga acabaría la misma, dando vencedor en el mismo instante al equipo que lo consiguiera. Fue lo que se dio en llamar el «gol de oro». Pero tal cosa no pasó ni en los cuartos ni en la semifinal, entre los que se consumieron cuatro prórrogas. Llegados a la final, sí pasaría. Aquella final, por cierto, fue precedida por un hecho singular. Uno de los jugadores checoslovacos, poco optimista por lo que se ve, había fijado su boda para dos días antes de la misma, pensando que no conseguirían disputarla. Llegado el momento, aún estaban en competición. El seleccionador le dio permiso para faltar unas horas. Voló a Praga, se casó y volvió a la concentración. Empezó el partido como suplente y solo ingresaría en el minuto 86, ya de cara a la prórroga.

Fue un partido movido e intenso, entre una Checolosvaquia en la que lucían Nedved (que llegaría a ser Balón de Oro) y Poborský, gran extremo, y una Alemania de entreguerras, entrenada por Vogts, que no tenía jugadores tan notables como en otras épocas. Quizá Sammer, Hässler, Klinsmann… En la segunda mitad se adelanta Checoslovaquia, de penalti. Entonces ingresa un suplente, Bierhoff, un grandullón a quien se acusaba de haber sido seleccionado por la amistad de Vogts con su padre. Pero Bierhoff va a justificar largamente su presencia ahí. Primero, con el gol que dará el pase a la prórroga, al atacar en el saque de una falta el desguarnecido segundo palo de los checoslovacos para marcar de cabeza. Luego, en el minuto cuatro de la prórroga, se hizo con un balón en el área rival, se revolvió y tiró a la media vuelta; el balón pegó en el defensa Hornak y envenenó su trayectoria. Kouba quedó batido. Alemania era campeona, con gol de oro. El primero y el último, porque la experiencia no gustó tanto como se había pensado y pronto se decidió regresar a las tandas de penaltis, para júbilo de las televisiones, a las que esa solución da enormes audiencias.