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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 18 DE JUNIO

Los cuatro del Buitre en Querétaro, y todos a Cibeles (1986)

Los cuatro del Buitre en Querétaro, y todos a Cibeles (1986)

Aquel día hacía calor en Querétaro. Entrábamos en la segunda fase del Mundial de México después de superar con bastante buena cara un grupo en el que nos tocó con Brasil, Irlanda del Norte y Argelia. El primer partido lo perdimos con Brasil por un solitario gol de Sócrates, pero un poco por culpa de que no nos concedieron un gol de Míchel que entró, como las imágenes demostrarían luego. Fue un remate desde el borde del área que pegó en la parte inferior del travesaño, botó dentro de la portería y salió fuera. Bambridge, australiano, no dio el gol. Así que a remar río arriba. Pero luego todo va a mejor: ganamos a Irlanda del Norte por 2-1 y a Argelia por 3-0. De ese modo pasamos segundos de grupo, con solvencia. Era una selección cuya personalidad estaba marcada por la Quinta del Buitre, aunque en realidad solo había dos de sus componentes: Míchel y Butragueño. Sanchís se había quedado en Madrid, lesionado, y Martín Vázquez y Pardeza no eran de la partida. Pero sí otros compañeros del equipo, como Gallego, Maceda (que fue medio lesionado y pudo jugar poco), Camacho o Gordillo.

El cruce es de aúpa: Dinamarca. Venía de ganar sus tres partidos del grupo a Alemania, Uruguay y Escocia, con nueve goles a favor y uno en contra. Era una Dinamarca con Laudrup y Elkjær Larsen en plenitud. El choque se disputó bajo el citado calor de Querétaro. Los partidos se jugaban a primera hora de la tarde para que coincidieran con el prime time en Europa, lo que equivalía a jugar en Sevilla, en pleno verano, a las tres de la tarde. El partido se espera con aprensión, se piensa que ellos son mejores. España no se encuentra y, efectivamente, marcan antes los daneses, gol de penalti de Jesper Olsen. Nos sentíamos liquidados cuando Butragueño, astuto, intercepta un mal pase cruzado entre los defensas daneses y marca el empate, en el 43’. Al menos nos vamos vivos al descanso.

Luego se desata Butragueño, con tres goles más, uno de penalti, más otro penalti que marca Goikoetxea, el potente central bilbaíno. Al final, 5-1. España ha reventado a una de las favoritas del torneo y Butragueño es elevado a la categoría de gloria nacional. En la capital era noche de verano, en plena movida, cuando había empezado la moda de tomar copas en las terrazas de todo el eje paseo del Prado-paseo de la Castellana de Madrid, cuatro kilómetros de bulevares. Ahí, en la templada noche madrileña, la ciudadanía se exalta. Hay unas elecciones próximas y el pueblo grita feliz: «¡Oa, oa, oa, el Buitre a La Moncloa!». «¡Se siente, se siente, el Buitre presidente!» Alguien tiene la idea feliz de refrescarse en la fuente de Cibeles y su ejemplo es imitado por muchos otros. Cibeles se convierte así en el altar de la gran ofrenda futbolística. Como aquella selección era un poco el Real Madrid, y como aquellas proezas las hizo el Buitre, el reflejo de ir a Cibeles a festejar se trasladó a los éxitos del Madrid, y de ahí viene esta costumbre.

En cuartos no nos iría tan bien. Sin centrales (con Maceda lesionado y Goikoetxea con tarjetas), España encaja un gol rápido ante Bélgica. Luego ataca, ataca y ataca hasta que, muy al final, llega un gol de Señor. Prórroga sin goles y tanda de penaltis, en la que Eloy falla el decisivo. España se vuelve, pero esta vez ha dejado algo: cuatro goles del Buitre y la elección de Cibeles como lugar sagrado para el aficionado madridista.