México trabaja para ganarle a Jamaica y está en cuartos
Los de Osorio tuvieron que sufrir para sacar el resultado, pero lo consiguieron en un estadio repleto. Confirmada la clasificación de Venezuela.
Primer episodio. Exteriores. Tarde. Donaldson irrumpe en una fiesta, como Samuel L. Jackson en una bacanal con cocaína, con pistola en mano. El arma, sin embargo, se le encasquilló. México sublimó el terror de inmediato. Después de que Watson, con sus piernas como aspas, casi rebanara a Jiménez, Tecatito preparó la escena para Javier Hernández; remate de manual de instrucciones: el cuerpo recogido, los ojos bien abiertos, la frente de hierro bien pulida.
El registro que le tomó 11 años a Borgetti, Hernández lo romperá en seis. Chicharito tiene un pacto inquebrantable con la red, como el que firmó Robert Johnson con el diablo, para interpretar el blues como nadie.
Jamaica absorbió el golpe y lo convirtió en combustible para sus músculos. No le incomodó atestiguar el monólogo mexicano con la pelota, con Márquez incrustado entre la retaguardia y la bomba central. No sabemos si Rafa es un humano o un replicante de Blade Runner; sólo que es infalible, trascendente. Schäfer, en comparecencia, había anunciado un plan bautizado como “disciplina táctica y coraje”, que resultó ser un eufemismo de “sembrar el campo de minas terrestres”. Vanzie, Binns, Marsh; todos se ocuparon de cobrar peaje a Herrera y Dueñas. Entonces, Hector, en excursión sorpresa, fusiló a Ochoa, quien soportó la metralla con sus palmas de acero.
McAnuff golpeó con un trapo la segunda oportunidad, casi inmediata. México se marchó a la segunda parte tarareando, para sí mismo, ‘California Dreamin’, resoplidos en vez de flautas transversales: “I’d be safe and warm / If I was in L.A”.
Segundo episodio. Exteriores. Noche. Tecatito colgó la pelota, con la clarividencia de Magic Jonhson, Jiménez la devolvió y Chicharito quedó a un penique. La Selección por fin puso en práctica el plan retórico de Osorio. Jamaica se encomendó al ‘sprint’ de McCleary, potencial comparsa de Usain Bolt en el equipo de relevos. Los azotes de México a la meta de Thompson (tiros de Jiménez, bombazo perdido de Márquez) eran musicalizados por The Doors. “I gotta risin’, risin’”. Acorrolado, Jamaica rebotó contra las cuerdas y abrumó a su rival. Como Rocky en el primer asalto ante Apollo Creed. Primero, Yasser Corona, impertinente, barrió en ‘home’ para quemar a Donaldson; luego, Araujo, con propulsores en los botines, impidió que Donaldson rompiera el listón.
Sin advertirlo, México salió de Pasadena, donde había montado el jolgorio, y se vio inmerso en Chinatown (con la nariz parchada, por los navajazos de Donaldson). La Selección caminó por el desierto, sedienta, como sofocada por una inmisericorde sequía. Hirving Lozano fue quien encontró y desatascó la presa; Herrera quitó el tapón y Peralta tomó el crédito. Su tiro lloriqueante encabezaría una lista de goles horrorosos. La respuesta de Jamaica fue un misil de Hector que Ochoa destruyó, como Terminator. Mala suerte, mal fario, mala puntería. “Don’t worry ‘bout a thing”, advirtió, sabiamente, Bob Marley.
Finale. México, seis puntos, 21 partidos invicto, nueve bajo las órdenes de Osorio. Y clasificación a los cuartos de final. Jamaica, “forget it / it’s Pasadena”. Fade out. The end.