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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 7 DE JUNIO

Banks le hace una parada mágica a Pelé (1970)

El guardameta de la selección de Inglaterra, Gordon Banks.
Diario AS

Inglaterra fue a México como campeona del mundo y mantenía en muy buen estado a los hombres principales de su equipo de cuatro años antes. Brasil, que en Inglaterra había sufrido la lesión temprana de Pelé, tenía un equipo refulgente, renovado, con una delantera de fábula: Jair, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelino, cinco genios, y aires de eterno favorito. Así que no fue extraño que cuando el sorteo les reunió en la fase de grupo junto a Rumanía y Checoslovaquia se creara la máxima expectación. El que les enfrentase iba a ser el gran partido de la primera fase.

Pelé andaba ya por los veintinueve, había perdido algo de explosividad pero era más sabio que nunca e hizo prodigios en ese Mundial. Inglaterra tenía el mejor portero del momento, para muchos el mejor portero de la historia, Gordon Banks, apodado el «Chino» por sus ojos algo oblicuos. Era un mocetón de Sheffield que alcanzó gloria con el Leicester y completó su carrera en el Stoke City, al que pasó en 1967, ya campeón del mundo, por 52 000 libras, cantidad extraordinaria para tratarse de un portero. Sus últimos partidos los jugó en el Fort Lauderdale, en la entonces emergente liga norteamericana, lanzada precisamente por Pelé a través del Cosmos. Aunque ninguno de los dos clubes de su carrera puede contarse entre los grandes, alcanzó fama mundial por su rendimiento en la selección inglesa, con la que jugó 73 partidos.

Aquella tarde haría su gran parada. Iban diez minutos cuando Jairzinho, el formidable extremo derecha, se escapó de Cooper, corrió en diagonal hacia la línea de fondo y lanzó un centro medido, hacia el segundo palo, por donde apareció Pelé con todo su ímpetu. Banks trataba de recuperar la posición cuando Pelé saltó y le pegó al balón un frentazo limpio, potentísimo, proyectándolo contra el suelo para que botara en él antes de ir a la portería. Imparable. Pero Banks, que se ha rehecho milagrosamente, vuela y consigue conectar con el balón cuando este ya ha botado en el suelo y tiene trayectoria ascendente. Con recurso de genio, le basta llegar con las yemas de tres dedos para desviar tenuemente su trayectoria y hacerla algo más vertical, de manera que el balón pasa justo por encima de la escuadra y se va a córner. Pelé se queda estupefacto. Millones y millones de personas vieron esa parada en directo, por televisión. Fue la parada del siglo.

Las dos selecciones, Brasil e Inglaterra, siguieron adelante. Inglaterra se cruzó con Alemania, con la infausta suerte de que Banks tuvo fiebre aquel día. Le sustituyó Bonetti, que no era lo mismo, y Alemania ganó por 3-2, con un inverosímil gol de cabeza, de espaldas, de Uwe Seeler, una de las grandes maniobras de la historia. Brasil superó a Perú y Uruguay hasta llegar a la final, con Italia, que ganó. Pelé abrió el marcador con un gol de cabeza, un frentazo limpio, al suelo, en el otro palo, pero en remate muy parecido. Ese sí entró. Enfrente no estaba Banks…