366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 31 DE MAYO
La primera tarjeta es para un ruso (1970)
Aunque ahora son tan comunes, las tarjetas amarillas y rojas no han existido desde siempre. Existía, sí, la recomendación a los árbitros de advertir de expulsión a los jugadores especialmente incorrectos, a los que hacían faltas muy peligrosas, o a los que reiteraban las faltas o las protestas. Existía la indicación de que debían ser amonestados verbalmente y, en caso de insistir, expulsados. Pero se hacía poco, cada vez menos, y los jugadores de clase estaban poco protegidos. El Mundial de 1966, en Inglaterra, llevó la situación a lo insostenible. Pelé fue masacrado a patadas, por los búlgaros primero y después por los portugueses. Salió lesionado y nadie fue expulsado. Stiles (véase el día 21 de marzo), el medio inglés, se pasó el Mundial haciendo faltas, siempre al jugador estrella del equipo rival, de cuyo marcaje (también en el sentido visual del término) se encargaba. Rattín, capitán de Argentina, fue expulsado por protestar a Kreitlein, árbitro alemán, en el partido contra Inglaterra. No hubo constancia de que hubiera sido avisado previamente. Tras el campeonato quedó la sensación de que había que hacer algo, de que la cuestión de las amonestaciones y las suspensiones, aunque bien prevista en el reglamento, no se estaba aplicando adecuadamente. Había que ayudar a los árbitros, empujarles a que hicieran esto mejor.
Así que se decidió introducir un nuevo sistema: dotar a los árbitros de una tarjeta amarilla y una roja. La amarilla para advertir, la roja, para expulsar, bien por reiterar las conductas que merecían tarjeta amarilla, bien para castigar directamente conductas especialmente violentas o antideportivas. La innovación se presentó en sociedad en el partido inaugural del Mundial de México de 1970, un México-URSS. El árbitro era el alemán Tschenscher. Una multitud colmó el gigantesco estadio Azteca, primero para ver la ceremonia inaugural y luego para presenciar el partido de los «chamacos» contra los soviéticos (entonces todavía era la URSS, en ruso, CCCP, que algún periodista chusco mexicano tradujo por «cucurrucucú… paloma»). No vieron un gran partido, no vieron ningún gol, pero vieron algo histórico: la primera tarjeta amarilla que fue, claro, para un visitante, Asatiani, por una entrada dura sobre el local Velarde a los 27 minutos de juego. Había visto la luz la tarjeta amarilla.
Asatiani era un hombre marcado negativamente por el destino. Años más tarde, un breve teletipo informaba a las redacciones de todo el mundo que Kaji Asatiani, de cincuenta y cinco años, y primer hombre que había visto una tarjeta amarilla, había muerto violentamente en Tbilisi, donde se dedicaba a diversos negocios tras haber sido director del Departamento de Deportes de Georgia. Según informó la policía, Asatiani fue ametrallado por unos desconocidos que le esperaban en un coche aparcado y que se dieron a la fuga tras cometer el crimen.