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Copa América Centenario | Uruguay

Suárez y el peso de la historia

El delantero del FC Barcelona, después de ausentarse de la Copa América de Chile en 2015, llega como el líder de Uruguay, que buscará repetir la copa.

México DF
Suárez y el peso de la historia

"Ni me atrevería llamarla Copa América", señaló Óscar Washington Tabárez, Director Técnico de la Selección Uruguaya, en una conferencia de prensa previa a la competición. A pesar del desdén con el que "El Maestro" se refiere al torneo en retórica, en práctica gastará hasta la última bala disponible para hacerse con el trofeo. Desde ya, vela armas empuñadas por sus mejores hombres, sus mejores combatientes. La estirpe se lo dicta.

Bajo el mando de Tabárez, Uruguay ha recuperado prestigio y presencia en el concierto futbolístico mundial. El cuarto lugar en Sudáfrica 2010 y la consecución de la Copa América en 2011 avalan la resurrección de la vieja celeste, la de Varela, Ghiggia, Schiaffino, Nasazzi; la vetusta celeste en blanco y negro, percudida en polvo y olvidada en la hemeroteca. La Copa América Centenario es el escenario idóneo para que la 'nueva' celeste, que presume orgullosa de los vestigios de su herencia (el orden, el tesón, la imposición), condecore a su pasado, el mismo que forjó la leyenda del torneo. Nadie honró más la Copa América que Uruguay (15 títulos, el más ganador). Sí, la estirpe se lo dicta.

Para asaltar la Copa que reclama como suya, Uruguay, actual líder de las eliminatorias mundialistas de Conmebol (13 puntos, mejor diferencia de goles que Ecuador) dispone de un ejercito que rebosa talento y que no teme el combate cuerpo a cuerpo. Comandados por Luis Suárez, líder cuyo único rival es él mismo, los charrúas están mejor armados que el año pasado. Expulsado de la Copa América de Chile por su célebre mordisco al hombro de Chiellini durante el Mundial de Brasil, Suárez fue obligado a tomarse un asueto del equipo nacional. No perdió el tiempo. En ese periodo, se ocupó en ganar el segundo triplete del Barcelona y en calzarse su segunda Bota de Oro (40 goles en el curso 2015-2016). Incontenible en el mano-a-mano, capaz de alcanzar velocidad crucero tras el arranque, un maestro en el uso del cuerpo para crear/ganar espacios; un toro tan fiero como hábil. Suárez ha trabajado en demasía para trasladar la celebridad de su dentadura a sus piernas. Lo ha conseguido.

Suárez no es, sin embargo, la única bayoneta en el arsenal de Tabárez: Cavani, actor secundario en el show que Ibrahimovic ha montado en París, encontró en "La Celeste" un lugar apropiado para la terapia. La sociedad con Suárez, dependiente de los espacios amplios en el frente de ataque, está supeditada a que ninguno se cruce en el camino del otro (y a que nadie husmee cerca de la parte posterior de Edinson). Cada cual por su carril. Y, por supuesto, al cincel que enarbolan Arévalo Ríos, Álvaro González y Matías Vecino, ejemplos vivos de la mística "garra charrúa"; presión y presencia en el centro del campo. Carlos Sánchez, como puente entre la máquina central y los gatilleros del frente. Por los costados, los Pereira (Alvaro y Maxi), vaivén sin desajuste; Godín y Giménez en el corazón de la retaguardia, guerreros de sol a sol. Y Muslera en el arco, guardameta fanático de los vuelos, sin poder en los pies. Además, la experiencia de Lodeiro, la disciplina de Gastón Ramírez, el fuelle de Fucile... A Tabárez podrá parecerle engorroso el torneo, pero ello no significa que vaya desplegar banderas blancas. No. La estirpe le dicta lo contrario.