366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 18 DE MAYO
Real Madrid 7, Eintracht de Fráncfort, 3 (1960)
Este partido fue pasado durante muchas navidades por la BBC, hasta hacerse una tradición. Se tuvo por el partido perfecto y fue la culminación de la tremenda serie de títulos europeos del Madrid, que ganó las cinco primeras copas de Europa. Las anteriores finales fueron ante el Stade de Reims (1956, en París, 4-3), Fiorentina (1957, en Madrid, 2-0), Milán (1958, Bruselas, 3-2), Stade de Reims de nuevo (1959, Fráncfort, 2-0). En esta edición tocaba el Eintracht de Fráncfort y la final era en Glasgow, en el colosal Hampden Park. El Madrid llega tras eliminar a la Juventus, el Niza y el Barcelona, que echará a su mítico entrenador, Helenio Herrera, por perder esas semifinales. El Eintracht ha apartado de su camino al Petrolul, Odense, Wiener y Glasgow Rangers, a este por un colosal 12-4 en el agregado de los dos partidos. El público de Glasgow tiene aún reciente el 3-6 del partido de vuelta. Entre eso y el prestigio del Madrid abarrota el campo. Entonces apenas se desplazaban aficionados de uno u otro equipo, de manera que los 127 000 espectadores (récord de asistencia en Copa de Europa) eran, en su inmensa mayoría, de allí.
Miguel Muñoz, el entrenador madridista, alinea a: Domínguez; Marquitos, Santamaría, Pachín; Vidal, Zárraga; Canario, Del Sol, Di Stéfano, Puskás y Gento. El partido no empieza bien para el Madrid, que no se encuentra sobre el campo, y en el 10’ el rapidísimo extremo Kress se cuela y marca. Era la cuarta llegada de los alemanes. Di Stéfano le pide a Del Sol que se atrase algo más y el Madrid ocupa mejor el medio campo. Di Stéfano marca en el 27’ y en el 30’, rematando dos jugadas de Canario, en acciones de oportunista. (Di Stéfano jugaba por todo el campo, pero llegaba a puerta y metía todos los goles que quepa esperar de un gran delantero centro.) El Eintracht encaja bien la vuelta al marcador en esos tres minutos, pero ya el que llega con más facilidad a puerta es el Madrid. Y, justo antes del descanso, gol de Puskás, tras escapada de Del Sol. El Eintracht se va hundido. No ha podido hacer más y pierde 3-1. En la segunda mitad, Puskás, en el 56’ y el 60’ (el primero de penalti), pone el marcador en 5-1. Ya es exhibición. Puskás hace su cuarto gol (71’), marca Stein (74’), hace Di Stéfano su tercero en el 75’, y Stein cierra el 7-3 tres minutos más tarde.
Lo que no fueron goles fue una exhibición de taconazos, maravillas y remates, entre ellos seis a los postes, cuatro en tiros del Madrid y dos del Eintracht. Los dos porteros pararon lo suyo. Fue la fiesta del gol, la mejor tarde de fútbol jamás vista hasta la fecha, situada por muchos incluso por encima de aquel mítico partido del siglo, el 3-6 de Hungría en Wembley. Puskás, por cierto, participó en los dos encuentros, fue quizá el único jugador del mundo que puede mostrar dos carreras, de casi diez años cada una, en sendos equipos gloriosos: el Honved-selección húngara (que casi era lo mismo) y el Real Madrid. Puskás marcaría dos años después tres goles en otra final, ante el Benfica, pero esa la perdió el Madrid, 5-3. Por su parte, Di Stéfano marcó al menos un gol en las cinco finales consecutivas ganadas por el Madrid. El equipo regresó victorioso, con su quinta copa, y fue recibido en Barajas y escoltado por numerosos hinchas, en coche o moto, como había ocurrido ya en ocasiones anteriores. Solo que esta vez hubo una diferencia: Marquitos, el racial defensa, apareció vestido con faldas. Vino vestido de pies a cabeza de escocés, con gaita y gorra incluidas.