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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 15 DE MAYO

Los ingleses caen por primera vez... y en Madrid (1929)

Los ingleses caen por primera
vez... y en Madrid (1929)

Por aquellos años, a los ingleses aún se les llamaba los pross, los profesionales. Ya había profesionales en otros países, particularmente en Europa, pero nadie como ellos. Descender a jugar con una selección del continente era ya un acto de generosidad. Nadie les había ganado aún, salvo Escocia, donde el fútbol era igual de antiguo que entre ellos. Aquella primavera bajaron al continente y golearon (1-4) en Francia y (1-5) en Bélgica. El día de San Isidro tenían concertado un partido en Madrid, en el viejo Stadium Metropolitano, que se llenó a reventar con 30 000 espectadores. Este fue durante muchos años el campo del Atlético, pero desde aquel lejano San Isidro quedó inscrito también para siempre en la historia del fútbol inglés, porque esa iba a ser la primera derrota en el continente de su orgullosa selección.

España salió con Zamora (Espanyol), Quesada (Real Madrid), Quincoces (Alavés); Prats (Real Madrid), Marculeta (Real Sociedad), Peña (Real Madrid); Lazcano (Real Madrid), Goiburu (Osasuna), Gaspar Rubio (Real Madrid), Padrón (Espanyol) y Yurrita (Real Sociedad). El desarrollo del partido fue intensísimo: Inglaterra se adelantó, 0-2. Empató España a 2, pero Inglaterra se adelantó de nuevo, 2-3. Luego remontarían los españoles hasta el 4-3 final. Zamora hizo proezas, Quincoces dictó un curso, el pequeño Marculeta se elevaba sobre su estatura para despejar de cabeza los saques del meta inglés, todos rayaron a gran altura, pero el hombre del día fue Gaspar Rubio, el delantero centro del Madrid. Rubio era un valenciano genial, de juego imprevisible, con tremendas caídas y partidos gloriosos. Inventó las primas, a base de exigir en los descansos un incentivo para jugar mejor. Se fugó del Madrid a La Habana, donde fichó por el Asturias. Allí le rompieron una pierna. Después pasó a México, al España, de donde volvió para jugar en el Atlético, pero ya no era lo mismo. Su temperamento hizo un pequeño estropicio de su carrera, pero los ingleses le pillaron en su mejor forma, aún con veintiún años, y se comieron su mejor tarde, en la que marcó dos goles y animó el juego de toda la delantera.

Los ingleses se quejaron del calor, de la dureza del campo, de lo temprano de la hora (las cinco de la tarde), de la pasión del público y de la ausencia de Dixie Dean (véase el día 5 de mayo), su formidable delantero centro, el gran goleador de la época, que no pudo estar. Y de que míster Pentland, entrenador inglés que por aquellos años dirigió a varios equipos españoles (Racing, Athletic y Atlético), había asesorado al seleccionador español, José María Mateos, con lo que recuperaban en parte para el equipo victorioso la patente británica. Pero el verdadero desquite se lo tomaron en la vuelta. Se concertó un partido de revancha, que se jugó el 9 de diciembre de 1931, en Highbury. En otras condiciones, con frío, niebla, campo húmedo… Y ahí nos dieron para el pelo: 7-1. Claro que nosotros también nos trajimos nuestra explicación: Zamora había tenido que jugar enfermo, si no, ¿de qué le iban a haber metido siete?