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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 13 DE MAYO

Estallido de odio entre Dinamo y Estrella Roja (1990)

Boban, dándole una patada a un policía.

En 1990, Yugoslavia era todavía un solo país, pero la caída del comunismo hacía aflorar los nacionalismos que el mariscal Tito había sabido templar desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, lo que fue Yugoslavia se ha dividido en siete Estados: Eslovenia, Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Kosovo, si bien este último aún no ha roto del todo su dependencia de Serbia. La situación presagiaba lo que luego ocurrió: guerras violentas y atomización del país. El Estrella Roja de Belgrado (el del Ejército) era un equipo de gran poder deportivo, pero asociado simbólicamente al poder central. Por ser de Belgrado y por ser del Ejército. Tenía además terribles bandas de ultras, bandas de nacionalistas serbios empeñados en hacer valer el dominio de esta parte del país sobre las «venalidades» nacionalistas del resto. («¡Hachas en mano, el puñal en los dientes, esta noche habrá sangre!», era su canción favorita en los campos).

Dos semanas antes del partido los croatas habían elegido como su presidente autónomo a Franjo Tudjman, ex general (y ex presidente del Partizan de Belgrado, el gran rival del Estrella Roja), que era un ultranacionalista croata. Su adopción de los símbolos ustachas (los fascistas croatas que colaboraron con los nazis en el exterminio de cientos de miles de serbios) exacerbó viejas pasiones de su pueblo, largo tiempo dormidas. Sus declaraciones eran continuas llamadas a la violencia política, gasolina en el fuego de aquellos días.

En esas condiciones visitó el Estrella Roja al Dinamo de Zagreb, el gran equipo de la capital croata. Tres mil ultras del Estrella Roja acudieron dispuestos a todo, y, de hecho, el partido sería la primera ocasión en cincuenta años para ver combatir abiertamente, sin disimulos, a dos de los grupos étnicos que formaban el país. Los hinchas del Estrella Roja arrancaron los tablones de publicidad y gritaron: «¡Mataremos a Tudjman!». Les llovieron piedras, previamente introducidas en el estadio, que ellos frenaban con los tablones. Las vallas que separaban a las masas de uno y otro equipo desaparecieron misteriosamente y la batalla se generalizó. Algunos saltaron al campo, huyendo o persiguiendo. La batalla duró setenta minutos.

Mientras varios helicópteros descendían sobre el terreno para rescatar a los jugadores del Estrella Roja, Boban, jugador del Dinamo, vio a un hincha propio que estaba siendo golpeado por un policía y agredió a este con una tremenda patada en el estómago, lo que permitió al hincha liberarse. El gesto, captado en directo por la televisión (el partido, o más bien, la reyerta que lo sustituyó, contó con televisión en directo), convirtió a Boban a su vez en un héroe de las aspiraciones nacionalistas croatas, y del gesto se hizo un símbolo de la lucha contra la opresión serbia.

Aunque, paradoja, más tarde se supo que el policía agredido no era serbio, como todo el mundo suponía, sino un musulmán bosnio.