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SHAKHTAR - SEVILLA

“Hemos perdido nuestra ciudad, nuestro estadio, nuestros fans”

Darijo Srna, capitán del Shakhtar, que recibirá al Sevilla, habló con The Guardian sobre la trágica situación de su equipo y la de Donetsk.

Está claro que en muchos casos el fútbol trasciende las fronteras deportivas y, como fenómeno social, no puede ser ajeno a los eventos que marcan el devenir de una sociedad. Es el caso del Shakhtar Donetsk, el club más exitoso de los últimos años en Europa del Este, que ha tenido que abandonar su ciudad por la guerra civil que destroza Ucrania desde hace más de dos años. El jueves por la noche, el equipo ucraniano recibirá al Sevilla en Lviv, la ciudad que lo ha acogido, por las semifinales de la Europa League. Darijo Srna, jugador del Shakhtar desde 2003, capitán y símbolo de la institución, contó a The Guardian la tragedia que viven Donetsk y el equipo desde el año 2014.

“Recuerdo mi último día en Donetsk”, cuenta Srna. “Fue el 16 de mayo de 2014. Nos dijeron que teníamos que marcharnos rápido. No pude llevarme nada de mi casa. Sólo los dos coches. Mis camisas siguen colgando en el armario. Fui el único en creer que esto acabaría pronto; les dije a todos que volveríamos en seis meses”. Dos años después de que los separatistas pro rusos ocuparan Donetsk, los jugadores y el staff del Shakhtar viven en el elegante Hotel Opera de Kiev.

Rinat Akhmetov, el hombre más rico de Ucrania, es el dueño del Shakhtar. En el 2009, se inauguró el Donbass Arena, que albergó una semifinal en la Euro 2012 y que cumple con todos los requisitos de un estadio de élite. El Donbass ha sobrevivido a los bombardeos y a la guerra, pero ya no se juega al fútbol ahí, y no se sabe si volverá a rodar un balón en el campo. Ahora es un centro en el que se distribuyen comida y bienes básicos para los afectados por el conflicto.

Las huellas de la guerra en el Donbass Arena de Donetsk, en el que ya no se juega al fútbol.
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Las huellas de la guerra en el Donbass Arena de Donetsk, en el que ya no se juega al fútbol. REUTERS

El Shakhtar tuvo que huir de Donetsk para poder seguir compitiendo en la liga ucraniana y en los certámenes europeos, en los que el equipo de Akhmetov participa desde hace varios años. Hace dos años juega en Lviv, situada a 1255 kilómetros de Donetsk, una distancia similar a la que separa el Parque de los Príncipes del Olímpico de Roma. Lo cual molestó a los aficionados del equipo, que hubieran preferido jugar en Kharkiv, una ciudad 800 kilómetros más cercana. Por problemas con el alquiler del estadio, el Shakhtar se tuvo que mudar a la lejana Lviv, donde recibirá mañana al Sevilla.

Srna, también capitán de la selección croata, ha ganado 13 títulos –entre copas y ligas- locales con el Shakhtar, aunque recuerda la final de la Copa Uefa del 2009 ante el Werder Bremen como su partido más especial. “Fue un resultado maravilloso para Ucrania, para Donetsk, para el Shakhtar. Fue muy especial. Pero ganar el torneo ahora eclipsaría todo eso. El equipo es más fuerte que el del 2009: más fuerte mentalmente y el potencial es mayor. Estamos muy motivados. Hemos perdido nuestras casas, nuestros estadios y a nuestros aficionados. Hemos perdido el campo de entrenamiento y nuestra ciudad. Estamos a un paso de la final y este equipo merece respeto”, señala Srna.

El capitán ha tenido ofertas de grandes equipos europeos incluso después de estallada la guerra, pero nunca consideró irse. “Ya he vivido una guerra en Croacia, y Shakhtar es mi casa. No sentí que después de tantos años podía irme y dejarlos en esta situación. No soy ese tipo de persona”. Y, a modo de conclusión, habla con nostalgia de la ciudad que quizás no pueda volver a ver, o, en todo caso, en la que definitivamente no volverá a jugar al fútbol en mucho tiempo. “Donetsk era hermosa. Tenía restaurantes, parques, buenos colegios. Era una ciudad del futuro. Cuando me fui, dije que si volvíamos me arrodillaría y besaría el suelo. Ahora besaré cada calle. Todos quieren un final feliz. Todos”.

La primera semifinal llega como una oportunidad para el Shakhtar de mitigar la tragedia, de dejar la guerra, aunque sea por noventa minutos, atrás; de acortar la inmensa distancia que separa a Lviv de Donetsk: el sueño de la realidad.