NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

SEVILLA 1 - ATHLETIC 2 (5-4)

Sevilla, el campeón bendecido

Gameiro le salvó con su gol en el partido y el quinto penalti. David Soria paró el de Beñat. Aduriz y Raúl García llevaron a un gran Athletic a la prórroga y los penaltis.

Actualizado a
Sevilla, el campeón bendecido
BEIN SPORTS

Lesionado en una carrera agónica en el minuto 119, con un pinchazo en el gemelo, Kevin Gameiro, el héroe de la final de Turín, escuchó cómo Emery le decía que debía tirar el quinto penalti de la tanda como aquella noche contra el Benfica. A riesgo de romperse, el francés aceptó. Y, como entonces, la colocó en la escuadra y tumbó a un rival gigante, que sudó y mereció la clasificación tanto o más que su oponente. Y que se lleva el aplauso, aunque no consuele. El Sevilla, bendecido Sevilla, aguantó en pie el zarandeo del Athletic, que levantó el 1-2 y llegó a unos penaltis que, pena de fútbol, condenaron a Beñat. El ex bético sentó cátedra con un partido memorable y, sin embargo, fue a fallar el cuarto penalti, el que derrotó finalmente a los leones. Otra vez los penaltis le dieron la espalda a Valverde. Como cuando era jugador en el Espanyol en la final ante el Leverkusen en 1988. Como cuando era técnico perico en la final de Glasgow de 2007. Los penaltis le dieron la espalda y premiaron el corazón del Sevilla. Un equipo que soportó una presión que no era fácil y que no deja de creer. Una noche maravillosa de las que reconcilian con el fútbol, de emociones exageradas, risas y lágrimas. Otro Jueves de Feria en la memoria del Sevilla.

El inicio de partido echó chispas, con un estadio caliente y dos equipos que salieron a mandar. Aduriz recibió un balón adelantado de Susaeta, muy activo, y Kolo, que se había tragado el pase, salvó bajo palos. Contestó rápido Rami, un ciclón de central seguramente en el mejor momento de su carrera. Su remate se marchó arriba por poco. El Sevilla intentó tener el control, pero sin Banega todo es más difícil. Vitolo no se terminó de ubicar y el balón sólo le aguantó por el buen entendimiento de juego de Krohn-Dehli. El plan de Valverde fue atacar por la derecha, con de Marcos y Susaeta. En la primera parte Aduriz se alejó de la banda y quien más pisó el área fue Raúl García, al que se le fue arriba uno de esos balones sueltos que no suele fallar.

El Athletic empezó la segunda parte con una personalidad arrolladora y su propuesta, admirable, obtuvo premio con un serpenteo de Aduriz por el área que no encontró respuesta en Krychowiak ni en David Soria. Tanto discutir sobre Sergio Rico y al final quien estuvo como un flan fue el segundo portero del Sevilla, otra promesa en duda… El 0-1 puso a temblar al Sevilla pero dos minutos después una jugada gigantesca de Vitolo, una carrera antológica, fue culminada por Gameiro a pase de Krychowiak. Entonces se rompió Aduriz con la Eurocopa en el horizonte y pareció caerse el Athletic. Gameiro y Nzonzi perdonaron y Skomina pudo expulsar a San José pero lo que llegó fue un balón de Beñat sobre el área del Sevilla que cayó con nieve. David Soria, nervioso, no supo si ir o quedarse y el más listo de todos, Raúl García, le batió con sencillez en parábola. El partido fue a la prórroga. Una prórroga maravillosa.

Arengó Raúl García, arengó Krychowiak. Arengaba Laporte desde la grada y arengó hasta Monchi, director deportivo ya a lo Sammer en el Bayern, metiendo gasolina a sus jugadores, casi sus hijos, sobre el mismo césped. Y se jugó la prórroga y a Susaeta le llegó un pase maravilloso de Beñat en medio de las grietas de la defensa del Seville el interior mandó fuera por milímetros. Dos minutos después con Herrerín batido, el balón fue al palo y luego una chilena de Coke la salvó San José. La prórroga fue agónica y bella, como la última carrera de Gameiro, roto por el cansancio y su musculatura en el minuto 119. La cosa fue a penaltis y allí apareció Monchi otra vez, para darle la última instrucción a Soria. Uno de los goleadores, Aduriz, estaba roto. El otro, Gameiro, casi. Pero Emery le pidió tirar. Y, otra vez, volvió a darle gloria al Sevilla, ese campeón bendecido.