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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 6 DE ABRIL

La muerte de Julio César Benítez (1968)

Julio César Benítez, posando con la camiseta del Barcelona.
Diario AS

Julio César Benítez era un jugador uruguayo bueno, realmente bueno. Había venido a España a través del Valladolid, en una especie de embarque masivo de uruguayos que había adquirido Saso, antes portero del equipo (el que encajó el más célebre gol de tacón marcado por Di Stéfano en España), convertido para entonces en secretario técnico. Saso trajo a España a Aramendi, Endériz, Benítez y Solé, todos los cuales triunfaron nada más llegar. Benítez era un mulato recio, buen jugador para varias posiciones. Podía ser interior, medio o lateral. Tenía colocación, sentido del juego y un magnífico golpeo con la pierna derecha, que le llevó incluso a marcar goles en perfectos tiros libres. Así que no fue extraño que el Valladolid se le quedara pronto pequeño, y que pasara sucesivamente al Zaragoza, que en aquellos años tuvo un gran equipo, y luego al Barça.

Y en el Barça estaba en la temporada 1967-1968, en la que una vez más la liga estaba en disputa entre los azulgranas y el Madrid. El 7 de abril tenían que disputar en el Camp Nou la vigésimo séptima jornada, de las treinta previstas. El Madrid, que es líder con tres puntos de ventaja, viaja, como era costumbre entonces, en coche cama la noche del viernes al sábado. Se hospeda en el hotel Manila, en la Rambla de Cataluña, lo mejor de la ciudad. Ahí están, velando armas, cuando llega una noticia inesperada: ha fallecido Benítez. ¿Benítez? Benítez, sí, Benítez. El jugador uruguayo se había asentado en el Barça como lateral derecho indiscutible y entre sus méritos más reconocidos tenía el de haberse especializado en anular a Gento, que no era poca cosa. Desde años atrás, el Barça había tenido problemas con el gran extremo cántabro. El Barça y todos los equipos, claro, pero se habla del Barça por su importancia como rival del Madrid. En esos tiempos se hizo clásico el rumor en los cines cuando, en los partidos entre el Madrid y el Barça que mostraba el nodo, se veía el repliegue del equipo azulgrana cada vez que cogía el balón Gento. Con eso acabó Benítez, que se hizo con el gran extremo cántabro, cosa que nadie había conseguido antes. Benítez se plantaba de perfil ante Gento, dando la cara un poco a la banda, casi con los brazos en jarras, desafiándole. Y Gento renunciaba a atacarle: entregaba el balón en corto, a Velázquez o al que fuera, y se desentendía. Eso, repetido varias temporadas, en Madrid o en Barcelona, hizo muy popular a Benítez, como hizo especialmente esperados sus duelos con Gento.

Pero esta vez no lo hubo. Benítez murió el sábado, en vísperas del gran clásico. El veredicto médico es que había fallecido por la ingesta de mejillones en mal estado, explicación que entonces resultó chocante, y aún hoy lo es. La noticia sacudió a toda España y el partido, por supuesto, fue aplazado. El domingo tuvo lugar el entierro, al que asistieron los jugadores de ambos equipos, atónitos aún por el fallecimiento inesperado de un compañero rebosante de salud y felicidad hasta muy poco antes. El encuentro queda pospuesto para el martes, con un día de duelo de por medio. Acabará en empate a uno, goles de Zaldúa y Pirri. Gento no se las vio con Benítez, sino con Torres, pero estuvo como ausente durante todo el partido. El empate le vale al Madrid para mantener sus tres puntos de ventaja. Tras batir en la penúltima jornada, en el Bernabéu, al otro gran rival, Las Palmas, ganará el título. Pero la final de Copa de ese año (final de las botellas) se la ganará el Barça al Madrid. Benítez no estuvo, pero seguía en el recuerdo.