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PABLO CARBONELL

“Zidane, un caballero; lo mejor que me puede caer un francés”

Pablo Carbonell es un tipo entrañable, un artista sabio y vital que, en ‘Las Estaciones de Juan’, nos muestra su capacidad de ejercer la provocación universal, pero con respeto.

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“Zidane, un caballero; lo mejor que me puede caer un francés”

—¿Cuáles son sus puntos de confluencia con el fútbol?

—Bueno, tuve un familiar que se llamaba Espíldora, que jugó en el Cádiz y fui una vez al campo a verle. Sentí pavor. Cuando me portaba mal en ‘Caiga quien caiga’, me mandaban a hacer un reportaje de fútbol. He hecho preguntas inteligentísimas a futbolistas y he tenido respuestas muy pobres. Un día estuve en una final en Estambul viendo al Galatasaray, y creo que es lo más cerca que he estado del infierno. El fútbol me parece un deporte muy bonito pero recuerdo que es inglés y los ingleses siempre han sido muy piratas aunque hagan buena música. Creo que el fútbol está sobredimensionado aunque tengo la sensación de que mucha violencia doméstica se evita gracias al desfogue que el fútbol provoca. El fútbol vive de espaldas a la realidad. La realidad es lamentable, pero hay que enfrentarse a ella, no podemos estar todo el día dando patadas a una pelota.

—¿Qué futbolista le ha estremecido más?

—A mí, Roberto Carlos porque también me gusta mucho como cantante.

—¿Qué es un córner?

—Donde se suelen poner las jugadoras brasileñas de voley playa a trabajar.

—¿Y qué le parece que exista el fuera de juego?

—Muy mal. Nadie debe estar nunca en fuera de juego.

—Acaba de escribir sus memorias. Con todas las sustancias que ha ingerido, ¿cómo se puede acordar de todo?

—Porque es un libro de memorias y de lagunas. Y algunas son como océanos. Le confesaré que el libro lo he escrito en estado lúcido.

—¿Qué le parece Zidane?

—Me parece un caballero. Me cae muy bien. Lo mejor que me puede caer un francés.

—¿Milita siempre con los equipos españoles?

—Bueno, para concebir un equipo extranjero tendría que pensar en un equipo de Marte. Soy internacionalista utópico y la competición entre seres humanos la intento desechar de mi vida.

—De pequeño, ¿no le cogían para el fútbol?

—Nunca he jugado con pelotas. Durante los recreos me dedicaba a filmar los partidos de mis compañeros. Me desplazaba por el margen del campo haciendo que tenía un objetivo. Era un poco extravagante, pero le aseguro que mis compañeros se sentían afortunados de que sus partidos se estuvieran retransmitiendo.

—¿Algún recuerdo de niño relacionado con el fútbol?

—Le estoy agradecido al fútbol por un balonazo que le dieron mis compañeros a un cura, en el patio de los Salesianos, que me había pegado una hostia sin motivo. Y le cayó un balonazo en toda la cara.

—¿Alguna anécdota reciente?

—Hace poco me atacaron en la calle. Me hicieron la zancadilla en la cuesta de Cuchilleros. Me atacaron a escalinata armada. Me preguntaron quién me gustaba más, si Cristiano o Messi, y me hicieron dos zancadillas simultáneas, me tiraron al suelo y aprovecharon para limpiarme la cartera. Creo que eran españoles. Les tendría que haber dicho que quien más me gustaba era Pepe y haberles dado un codazo en la cara, por una imagen que vi en la que creo que Pepe le daba a alguien un codazo muy bien dado.

—¿Ha conocido a algún futbolista de cerca?

—Una noche cené con Guardiola, y al final de la conversación le pedí que me dejara tocarle las piernas. Tenía interés por saber qué tipo de musculación tienen los futbolistas y cuando se las toqué, se puso tenso, pero creo que con la intención de parecer más fuerte de lo que es.

—¿Puso músculo?

—Sí y ni por esas me pareció que aquello fuera músculo. Le dije: “Pensé que la ibas a tener más dura”. Fue una conversación muy interesante. Cualquiera que nos estuviera escuchando hubiera flipado. Me dijo que los futbolistas tienen que estar fuertes pero que deben ser flexibles y elásticos y que por eso no pueden ser culturistas.

—¿Qué impresión le dio aparte de tocarle la pierna?

—Me pareció una persona normal. El otro día vi en el programa de Bertín Osborne la entrevista a Iker Casillas y le diré que me emocionó. Porque tenemos la percepción de que los futbolistas son gente privilegiada desde que nacen y Casillas habló de cuando era chaval y se buscaba la vida para tener mejores zapatillas, mejores guantes, viajando en transporte público (que es lo peor que le puede pasar a un ser humano) y me emocionó. Me sentí mal por todos los que le han criticado.

—¿Y qué hizo?

—Fui corriendo a ver mi cuenta de twitter para saber si Casillas me seguía. Vi desolado que no y ante tal frustración me tuve que ir a la peluquería.

—¿Qué le preguntaría a Cristiano Ronaldo?

—Le diría: “Me suena tu cara, ¿eres modelo?”. Pero mire, yo no he venido aquí a hablar de política. No quiero complicarme la vida.

—¿Ha tocado alguna vez con su grupo ‘Los Toreros muertos’ en un campo de fútbol?

—En muchos. Lo que más me gustaba de esos conciertos era la hierba. He tocado en el estadio El Campín de Bogotá en 1983. Fue la primera vez que me he sentido a gusto en un estadio y fue la primera vez que vi hacerse una ola.

—¿Sabe quién es Florentino Pérez?

—Un señor que ha hecho mucho dinero muy rápido.

—¿Y Enrique Cerezo?

—He hecho alguna película para él. Es tan normal que me desarma. Es muy campechano para todo el poder que tiene. Me deja KO. No acierto a pegar dos palabras cuando me encuentro con Enrique Cerezo, no sé por qué. Quizá porque es productor y yo siempre estoy intentando venderle algo. Cerezo sí que me ha invitado al campo y me ha regalado una camiseta con mi nombre. Me queda un poco chica.

—¿Y qué tal en el Calderón?

—Mal. Porque me aburro. Se lo intento explicar: el fútbol es una competición y la realizan seres humanos. Para mí, todos son iguales, no tengo ningún favorito. Y me da igual que gane uno u otro por lo que para mí no tiene ninguna pasión el fútbol. Esa es mi triste relación con el deporte. Ojalá pudiera sentir una pasión, aunque sea moderada. Todo lo que es competición deportiva no me interesa. Ya tengo que sufrir la competición de las listas de éxitos en las canciones, lo cual es muy lamentable porque no creo que una canción sea mejor que otra.

—¿Cómo está el mundo del espectáculo?

—Tal y como está el patio aquí todo el mundo tiene que apretar mucho. Como en todos lados los hay que van de estupendos y hay gente muy humilde y muy sana.

—¿Cómo asiste al espectáculo político?

—No he notado mucha diferencia de cuando había gobierno. Estoy esperando que bajen el IVA cultural. Me da muchísima pena vivir en un país que le hace ese desprecio a un sector industrial que, aparte de dar trabajo al artista, también se lo da al que limpia las butacas y a muchísima gente más. Da la sensación de que hay un interés por parte del gobierno en darnos circo en vez de literatura para adormecer al personal. Es impensable organizar una revolución, una algarada o un acto social que transforme cualquier factor injusto, antes de un Madrid-Barça. A mí el fútbol me parece un deporte muy bonito y el deporte en general una muy buena actividad para los niños, pero hay un interés por parte del poder de tener a la gente absorbida por este fenómeno. Lo potencian por eso. Manteniendo las tradiciones conservan su estatus social y el fútbol tiene un efecto calmante. Y lo lamento mucho por el fútbol.

—¿Mantienen ‘Los Toreros muertos’ aquellas letras prodigiosas de los ochenta?

—No, imposible. Hemos perdido un montón de libertades. Me acuerdo de la portada de mi primer disco: un tipo meándose encima, que hoy sería impensable. Nosotros disfrutamos de una libertad de expresión en los años ochenta que no se ha vuelto a producir. De pronto todo el mundo empezó a cuestionar qué es lo que dice el de al lado, cuando antes todo el mundo se felicitaba de poder decir lo que le viniese en gana. Fue un momento maravilloso. Ahora hay que cogérsela con papel de fumar antes de abrir la boca. Vamos para atrás, porque la libertad de expresión es como la espita de la olla exprés.

—¿Y por qué cree que vamos para atrás?

—Porque somos cada vez menos animales. Reprimimos los instintos. Eso es lo bueno que tiene el fútbol, que nos vuelve primitivos. La gente tiene mala leche, cuestiona mucho y tiene mucho tiempo libre, que eso también es peligroso. No saben ser vagos y estar trabajando todo el día como hago yo.

—¿Escribir unas memorias es desnudarse de alguna manera?

—Esa expresión la utiliza mucha gente cuando habla de lo que he hecho. Hay una delgada línea entre lo que es ser honesto contigo mismo y alimentar el morbo. He estado transitando en este sitio. No he querido ser modelo de nadie. En este libro quiero calentar a la gente y quiero en parte liberarla de muchas cosas que habitualmente escondemos debajo de la alfombra. Creo que he hecho un acto de intentar mejorar el mundo.

—¿Cómo?

—Comportándome como un animal pero estando de pie. Se puede ser drogadicto, borracho, mentiroso, sátiro y ser una persona honorable.

—¿Por qué ‘Memorias de la tarántula’?

—Hubo una mujer que habló de la farándula llamándola así. Y me hizo gracia y no la corregí, porque este mundo en el que me he movido tiene mucho de tarántula, de red en la que te ves atrapado y que nunca te permite salir.

—¿Le sorprendió que una revista destacara únicamente de su libro la pérdida de su virginidad con un amigo?

—El libro tiene más de trescientas páginas y de eso hablo en media. Tendré que asumir que me he convertido en el termómetro de una realidad española bastante nociva, en la que los méritos de una persona o lo que ha hecho en su vida quedan solapados por dónde la ha metido. Es algo que se debería corregir.