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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 28 DE MARZO

Di Stéfano le hace un gol de tacón a Saso (1954)

El gol de Di Stéfano de tacón a Saso en Valladolid.
Diario AS

Di Stéfano dejó a su paso por el fútbol, entre otras cosas, un manejo del tacón que le distinguió. Lo mismo lo utilizaba como recurso para entregar en corto que, en ocasiones, para marcar goles que se hicieron célebres. Nunca le gustó presumir de eso: «Primero hay que aprender a darle de puntera, luego, de tacón». En realidad, lo utilizaba como último recurso. Así le hizo un gol celebérrimo al Valladolid en el viejo Zorrilla, cuya foto todavía circula mucho. Se le ve, lanzado hacia delante, nada más golpear el balón, frente a un Saso sorprendido, que levanta las manos. «Tanta gente me ha dicho que vio ese gol que parece que en Zorrilla cupiera más gente que en Maracaná.» Era la primera temporada de Di Stéfano en el Madrid y todo sorprendía en él. Jugaba con el nueve pero se movía por todo el campo, lo que hacía que se le hicieran frecuentes críticas por abandonar su sitio natural. Pero al tiempo marcaba todos los goles que se le pudieran pedir al mejor de los delanteros centro (en su primera temporada ya fue pichichi, con 29 goles en 30 partidos), y así acababa con las críticas.

Aquel gol terminó de presentarle ante la opinión pública como un jugador fabuloso, que aunaba al trabajo incansable la capacidad de magia de los más grandes. Fue, además, un partido singular, que el Madrid llegó a tener muy de cara, con 1-3 en el 37’ (el tercero fue el gol de tacón de Di Stéfano), pero acabó perdiendo por 4-3, en una mala tarde de Pazos. Ese partido le costó definitivamente el puesto al portero gallego, que hasta entonces alternaba con Juanito Alonso.

Di Stéfano marcaría otros goles de tacón, siempre porque no podía alcanzar el balón de otra manera. El mejor de todos en su tercer partido con la selección española, ante Bélgica, 0-5 para España. Un amistoso tras un frustrante 2-2 con Suiza en Chamartín que nos costaría no ir al Mundial de 1958. Miguel, extremo derecha, se fue por la banda y centró. Era una jugada rápida y Di Stéfano había acompañado el ataque. Estaba entrando en el área cuando le llegó el centro, un poco retrasado, y a media altura: volcó el cuerpo hacia delante, y en vuelo horizontal enganchó el balón con el tacón derecho, mandándolo a la escuadra del meta belga. El estadio se vino abajo. Goyvaerts, entonces un mozo y años más tarde jugador en España en el Barça y el Madrid, lo vio como un espectador más y lo contaba una y otra vez con una admiración sin límites a su llegada a España. Años más tarde, Hugo Sánchez practicaba esta suerte en los entrenamientos, pretendiendo bautizarla como huguina, pero nunca logró un gol así en un partido. Di Stéfano sí, algunos, sobre todo este, tan internacional, que le abrió las puertas de la admiración en toda Europa. Ese año el Real Madrid ganaría su segunda Copa de Europa y Di Stéfano sería premiado con el Balón de Oro. La lástima es que el gol no está filmado, o al menos nunca he conseguido encontrarlo. Años más tarde, unos periodistas de L’Équipe vinieron a Madrid y le pidieron hacer una simulación de la jugada, cosa que el jugador aceptó. Se sacaron las fotos, y con ellas el prestigioso diario francés hizo un magnífico reportaje.