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366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 11 M

Debuta Iribar con la selección (1964)

El portero español, Iríbar, durante un partido en Villa Park.
Central PressDiario AS

Después del Mundial de 1962, en Chile, España andaba en búsqueda de un nuevo equipo. A aquel Mundial habían ido bastantes veteranos, entre ellos algunos importados: Di Stéfano, Puskás, Eulogio Martínez y Santamaría. Y también algunos españoles que estaban ya en la treintena. Para renovar ese equipo la Federación contrató como seleccionador a José Villalonga, militar de carrera, que se había formado en la Escuela de Mandos del Ejército de Toledo. Ahora sonará extraño, pero tiempo atrás el vivero en España de los primitivos estudios de preparación física era esa institución. José Villalonga, formado ahí, fue entrenador de éxito en el Real Madrid, con el que ganó dos copas de Europa, y con el Atlético, con el que ganó la Recopa. Ahora se trataba de cambiar la selección, prescindiendo entre otros de Di Stéfano. Y de Puskás. Y con Luis Suárez, Del Sol y Peiró jugando en Italia, lo que en aquellos tiempos hacía muy difícil contar con ellos, por dificultad de viajes y de armonización de calendarios. Y era casi una cuestión de principio en muchos países: ya que se han ido, no contamos con ellos; en la selección solo juegan los que se quedan aquí.

Había que renovar todo y también la portería, en la que la búsqueda era difícil desde que decayó Ramallets, que había guardado bien la portería durante todos los cincuenta. Por ahí pasaron tras él Vicente, Araquistáin, Carmelo (el más veterano de todos), Sadurní y Pepín, pero ninguno se imponía. Lo mismo ocurría en otros puestos, en los que Villalonga probó distintos jugadores en lo que se llamó la «selección de la esperanza», pero que recibió muchas críticas, sobre todo a raíz de un amistoso en el Bernabéu, en el que perdió 2-6 con Escocia. Mientras, se iban pasando mal que bien las eliminatorias en la Eurocopa, aunque para los octavos, ante Irlanda, Villalonga llamó para el partido de vuelta a Del Sol y Luis Suárez. Consiguió pasar aquel partido con un gol de Gento. O sea, con veteranos. Eso ahondó más la polémica.

La siguiente eliminatoria fue con la otra Irlanda, la del Norte. El partido de ida se disputó en Sevilla, y Villalonga empezaba a tenerlo todo más claro. Para entonces ya se había impuesto como titular en el Athletic de Bilbao el joven Iribar, un portero de un físico perfecto. Muy tierno para lo que en la época se llevaba, porque había jugado muy pocos partidos en Primera División y entonces existía la firme convicción de que los porteros necesitaban más años que los jugadores de campo para madurar, del mismo modo que luego tardaban más en envejecer. «Un buen portero no se hace hasta que no se ha comido cuatrocientos goles», había dicho una vez Carrizo, célebre meta argentino. Iribar llevaba todavía muy pocos goles en sus costillas. Pero jugó. Y delante de él jugaron Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco Fusté; Amancio, Pereda, Marcelino, Villa y Lapetra. Estos mismos jugadores, sin otra inclusión que la de Luis Suárez por Villa, serán los que ganen la semifinal y la final de la Eurocopa unos pocos meses más tarde. Villalonga había dado por fin con el equipo (España ganó por 5-1) y con un portero que se iba a mantener en el puesto 49 partidos. El destino le eligió a él para que batiera el eterno récord de 46 internacionalidades que estableció Zamora ya antes de la guerra.