‘Húngaros por el Barça’, oda a Kubala, Kocsis y Czibor
La película les rinde culto: “El Barcelona de hoy no se entiende sin ellos”. Suárez: “Kubala inventó el tiro por encima de la barrera y la paradinha en los penaltis”.
Emociona Húngaros por el Barça, una película casi casual. “Una noche coincidí durante un rodaje en Amsterdam con un catalán. Yo no tenía ni idea de fútbol pero me emocionó escuchar hablar a ese señor con tanta gratitud de Kubala y los otros chicos húngaros”. El director Tibor Kocsis tardó tres años en dar forma a esta cinta de 80 minutos. Un retrato lineal, con piel, bien detallado cronológicamente, que rinde homenaje al legado de Kubala (1927-2002), Kocsis (1929-1979) y Czibor (1929-1997) y del que se desprende una conclusión. Antes que la huella holandesa, Michels y Cruyff, el Barça fueron los húngaros. “El Barça de estos días no se entendería sin ellos”, sentencia Luis Suárez.
El Barça y Hungría estuvieron unidos desde el inicio. Gamper, fascinado por el fútbol del mítico MTK, les invitó a un partido en la Ciudad Condal en 1923. Y allí se fichó a Platko, el portero que jugó con la cabeza ensangrentada y se ganó el amor de Alberti en su maravillosa oda (“nadie se olvida de ti, rubio Platko...”).
El film envuelve el desarrollo del Barça, del fútbol húngaro y la vida de los tres protagonistas en el contexto social y político. En tiempos de cierres de fronteras, Húngaros por el Barça es una historia de nuestros días. Kubala pasó por un campo de concentración en Italia. En 1948 fundó el Hungaria, un equipo de refugiados en el que lo descubrió Samitier: “¿Quién es este rubio?, se viene a Barcelona”. Kubala rechazó a Roma y Torino y en Barcelona descubrió la felicidad. Y la generosidad: “Lo veías pasear por Paseo de Gracia con un abrigo y si veía al mendigo se quitaba el abrigo y se lo daba. Su casa parecía una embajada. No había húngaro que no pasase por allí. Decía: mientras yo pueda ayudar aquí no le faltará a nadie”, cuenta Ferrán Olivella. “Luego, cuando nos alejábamos de allí, me preguntaba: ‘¿Por qué me quieren tanto a mí?”. Y allí, en Barcelona, esperó Kubala a que, después de la entrada de los tanques rusos en Budapest, Kocsis y Czibor aprovecharan un viaje con el Honved (el régimen comunista les obligó a firmar con el equipo del ejército) a Bruselas para no volver. Una vez resuelta la burocracia, y con las familias instaladas después de alguna peripecia amarga (la mujer de Kocsis perdió un bebé), ya estaban juntos.
El 8 de agosto de 1958, el Barça les montó un partido de presentación en el Camp Nou. Riadas humanas bajaban desde la Diagonal o accedían desde la Travessera de Les Corts. Hubo 110.000 personas. Laszy, el primero de los hijos de Kubala, recuerda que la gente le decía: “Esto lo han hecho por tu padre”. Carles, el pequeño, lo evoca así: “Los recuerdos de mi padre son el césped cortado del Camp Nou y los sprays del vestuario”. Alfonseda, actual presidente de la Asociación de Veteranos del Barça y apadrinado por Kubala, lo dibuja así: “Kubala era Dios, todos queríamos ser él”.
Pioneros. El documental también viaja a través de sus innovaciones futbolísticas. “Kubala fue el primero que tiró faltas por encima de la barrera, que protegía el balón en los últimos minutos y que hizo la paradinha en los penaltis”, recuerda Suárez. “Kocsis era más que un futbolista, era un director de orquesta”, recuerda José Luis Núñez, presidente entre 1978 y 2000. ‘Cabeza de Oro’ perfeccionaba su remate colgando una pelota de una cuerda en lo alto de la portería y saltando hacia ella. Czibor era el Pájaro Loco: “Se soplaba el flequillo cuando le caía”. Era capaz de todo. Un par de anécdotas le definen: “Un día le dijo al entrenador de turno que si marcaba dos goles se iba a la ducha. Los marcó y se fue. Hubo que ir a buscarlo al vestuario”. Zoltan Czibor, su hijo, ríe al recordar esta: “Un día le saludó un amigo desde la grada y se sentó con él a hablar. Tuvieron que ir a avisarle cuando se dieron cuenta de que estaban con uno menos”. De noche, se reunían en el KEK Duna. No hubo húngaro que no pasara por el Danubio Azul (su traducción) en Barcelona. “Tomaban el champán del proletariado: vino mezclado con agua con gas. Recordaban viejas batallas. ¡El Madrid jugaba con tres en fuera de juego y no se lo pitaban!”.
Berna fue una ciudad maldita. En 1954, Hungría fue reina sin corona. Perdió 3-2 una final del Mundial envuelta en sospechas de doping alemán. En 1962 volvieron al Wankdorfstadion. Esta vez para ganar la Copa de Europa. Pero el Barça perdió la Final de los palos. Kubala y Czibor, tristes, no volvieron a jugar. Kocsis quiso seguir. Su final, fue el más amargo..., pero pasen y vean Húngaros por el Barça.