366 Historias del fútbol mundial | 26 de febrero
Bernabéu se marcha del palco (1978)
El fútbol no tiene memoria, suele decirse, y eso es verdad, aunque lo que no tiene es memoria reciente, pero sí a largo plazo. Quiero decir con esto que cualquiera que haya hecho mucho por un club está expuesto, ante sus primeros fracasos, a sentir el rechazo de la gente. Luego, en la distancia del tiempo, solo se recordará lo bueno.
En la temporada 1977-1978 el madridismo no estaba de buen humor. Miljanic había hecho un equipo aburrido, eficaz en principio, pero luego ni eso. En la liga anterior el Madrid había sido noveno y por primera vez no participaba en un torneo europeo. Pese a ello, Bernabéu, y contra el parecer de la directiva, decidió mantener a Miljanic en el puesto. El primer partido de liga lo perdió el Madrid en Salamanca, lo que dio lugar a que entrara en su lugar Molowny, que ya había acudido al rescate cuatro años antes, cuando cayó Muñoz. Pero sin participación en Europa y con varios jugadores quemados para el gusto de la afición, el ambiente en el Bernabéu no se arreglaba, a pesar de que el Madrid estaba haciendo un buen campeonato. Santiago Bernabéu tenía además la salud quebrantada. Víctima de un cáncer intestinal, había superado una intervención muy dura para alguien que ya era octogenario. Le implantaron un ano artificial. Llevaba consigo un dispositivo en el que quedaban depositadas sus heces, que luego vaciaba al final de cada jornada. El detalle no era de dominio público, porque el club y sus médicos guardaron la reserva propia sobre el caso.
Aquel día visitó el Bernabéu el Sporting de Gijón, un Sporting creciente que había dejado la Segunda División pocos años antes y que cada temporada tenía mejor equipo. De hecho, pronto llegaría incluso a disputar el campeonato. Era el Sporting de Maceda, Quini y Ferrero. Pronto se pone 0-2, con goles de Ferrero y Quini, lo que encoleriza al Bernabéu. Antes del descanso descuenta Santillana, pero el ambiente sigue crispado y cuando se retiran los equipos, 1-2, hay gritos contra el palco. Un jovencísimo Vega-Arango, el presidente artífice de aquel gran Sporting, sufría junto a Bernabéu, al que admiraba y que le había cogido gran cariño. «Me daba muy buenos consejos. Me dijo que no me fiara de los futbolistas, que son como los gatos: que se dejan acariciar y parecen suaves, pero de repente sacan las uñas.»
Bernabéu se puso de pie y le dio la mano a Vega-Arango: «Adiós, no me lo tome como una descortesía, pero no soporto esto». Y se marchó. El Madrid dio la vuelta al partido, hasta ganar 3-2, con goles de Stielike y Pirri. Incluso ganaría finalmente aquel título, con lo que Molowny, que ya había conseguido ganar la Copa el año que entró por Muñoz, empezó a labrarse esa fama de talismán infalible que siempre le acompañó y que luego alimentaría con nuevos títulos. Bernabéu fallecería el 2 de junio (véase más adelante), poco después del decimoctavo título de liga de su equipo, de nuevo clasificado para la Copa de Europa. Será recordado, para siempre, como el gran patriarca del madridismo.
Pero aquel día no pudo soportar la ingratitud de los socios de «su» Madrid.