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ATLÉTICO DE MADRID | LA ENTREVISTA

Saúl: “Si el Atlético me da un contrato de por vida, lo firmo ya”

El canterano del Atlético atraviesa su momento de mayor estabilidad en el equipo y se sincera para AS sobre su pasado, presente y futuro.
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Saúl, en el Cerro del Espino, posa para la entrevista.
Saúl, en el Cerro del Espino, posa para la entrevista.JESUS AGUILERA
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—¿Cómo ve su temporada hasta este momento?

—Todo va bien. Contra el Eibar cometí un error tonto, pero sabía que algo pasaría para que no fuese decisivo. Luego marqué el 2-1 y fue importante. Sabía que ganábamos.

—Con 21 años, es un fijo de la primera plantilla.

—He cumplido el sueño que perseguí desde pequeñito, cuando llegué al Cadete B. El esfuerzo diario es la mejor manera de agradecer lo que me ha dado este club. El Atlético apostó por mí, me cuidó y supo meterme por la sangre sus valores, lo más grande que tiene esta entidad. Sólo puedo seguir trabajando para crecer.

Torres le dedicó su gol número 100 a Manuel Briñas, su mentor. ¿Quién abrió a Saúl las puertas del Calderón?

—El mismo técnico que tuve en el Real Madrid, Pepe Fernández. Allí viví una mala experiencia. En diciembre pedimos la baja y cuando acabó la temporada volví a Elche. Mi entrenador me llamó y me habló del Atlético; no me lo pensé. Sabía que era una buena persona, que confiaba en mí y que me iba a cuidar. Le estaré agradecido siempre, me sacó de la miseria cuando más hundido estaba.

—¿Qué pasó en el Madrid?

—Problemas extradeportivos. Cosas que un niño de 11 ó 12 años lleva peor por estar lejos de la familia y sin amigos. Pero me ayudó a crecer y a madurar.

La lesión de Tiago, ¿cómo ha cambiado su rol en el equipo?

En lo único que ha cambiado es que ahora tengo más minutos. A nivel interno, en nada. Ahora trabajo igual o más. Soy el mismo de antes. Lo peor es que un gran jugador y una persona excelente como Tiago está lesionado. En el vestuario estamos rezando para que vuelva pronto y ayude al equipo.

—Ante el Eibar fue central. ¿Cómo se siente ahí?

—No pienso dónde jugar sino cómo ayudar al grupo. Si me toca desde la defensa, a trabajar y a aprender los movimientos lo antes posible.

—Lo de todocampista le viene de pequeño. Jugó de delantero, y hasta de portero…

Sí. De portero por rango de edad. Soy el pequeño de tres hermanos futbolistas y a mí me tocaba siempre. Cuando en la playa el balón se iba al agua, me tocaba mojarme. No se me daba mal, sobre todo tirarme hacia un lado. Cuando empecé en la peña Intangco y en el Elche, jugaba de delantero porque era menudo y rápido. Cuando me fui a Madrid, di un estirón de diez o quince centímetros en un año, ¡una barbaridad! Eso me descompensó y me costó adaptarme a mi nuevo cuerpo.

—Al final su sitio estaba en la medular...

Pepe Fernández fue el primero que me puso de centrocampista porque de los delanteros, decía que era el que más trabajaba. Fue como ahora, debido a las lesiones. Siempre he jugado donde he podido ser útil. Lo mejor para un futbolista es poder hacerlo en varias posiciones, aunque no sea donde más cómodo te encuentres.

—¿Está más cómodo en la banda o en el centro?

—En el centro, sin duda. No soy el clásico extremo rápido, de encarar. En el Atlético, los jugadores de banda nos metemos hacia dentro. Donde mejor puedo rendir es de ocho o de seis, pero a mí me gusta llegar arriba. Esté donde esté, lo que no va a faltar es trabajo.

—Ahora mismo, en la plantilla, hay siete canteranos.

—El Atlético hace muy bien las cosas en la cantera. Gabi tiene 32 años y a jugadores como Lucas, Óliver o a mí nos saca más de una década. Eso quiere decir que el trabajo está bien hecho desde hace tiempo, no sólo ahora que va todo rodado.

El golpe en Leverkusen: ¿su peor momento?

—Sí, es verdad. Estaba creciendo, y fue un momento muy malo, doloroso por lo que me pasó en el riñón. Mi padre estaba en Leverkusen porque sabía que iba a jugar. Verle en la ambulancia fue lo que más me marcó. Mucho más que las convulsiones o el dolor.

—¿Llegó a pensar que el fútbol se podía acabar?

—El fútbol, no. Pensaba que había perdido el riñón, que se me había reventado, que algo raro había pasado ahí dentro.

—¿Le puede quedar alguna secuela de ese golpe?

No. Hace poco me cambiaron el catéter. Estoy bien. Debo llevar cuidado y seguir las revisiones. Está todo perfecto y sólo hay que llevarlo controlado. Dentro de un tiempo estará olvidado. (Se nota que no le gusta recordar ese momento).

—Hace un año de su gol al Madrid. ¿Qué recuerda?

—Dicen que fue bonito por ser contra el Madrid, pero lo importante es que ganamos a un rival directo. Cortamos la buena racha del Real Madrid y la hicimos nuestra.

—Fue una de esas chilenas que aprendió en la playa de Santa Pola, de niño…

—Mi padre y mis hermanos me enseñaron a hacerlas bien, esa ha sido, estéticamente, de las más feas que recuerdo (risas). Da igual cómo sea si entra. Ha sido el gol más importante de mi vida.

—¿Qué es Simeone en su carrera?

—Con 17 años me puso a jugar contra el Besiktas. Después, me dijo a la cara que no iba a tener continuidad y que me fuera cedido. Esa sinceridad es lo que más valoro. Fue un detalle con el que me quedo. Siempre ha confiado en mí y me ha dado la oportunidad. Le estaré eternamente agradecido.

—Es el segundo futbolista que más goles lleva, con seis…

—No es frecuente, pero si el acierto se reparte, mejor para el equipo. Lo bueno es no depender de un jugador.

—Se dice que su problema es la pérdida de balones.

—Todos los jugadores pierden balones. Tengo que aprender dónde y cuándo asumir riesgos. Trabajo para que pase lo más lejos posible de la portería y arriesgar cuando se pueda. A los mejores les pasa.

—¿Quién le ha sorprendido más en la plantilla?

—Correa. He jugado con grandes futbolistas pero todos venían con una gran trayectoria. Correa venía de una operación de corazón, de seis meses sin jugar. Empezó a entrenarse con un descaro impresionante. Se nota que va a ser una estrella.

—Del Bosque le ha espiado. ¿Qué significaría su llamada?

—No se explica hasta que sucede. Hasta que no pase, no me lo creeré. Mi Selección es la Sub-21 y quiero ayudar para estar en el Europeo.

—¿Este curso está marcando en su carrera un antes y un después como deseaba?

—Aún no. Tengo que mejorar muchas cosas. Estoy teniendo más continuidad, pero hay que trabajar y mejorar. Con 21 años, todos los días se aprende algo. Si piensas que lo sabes todo, empiezas a estar acabado. Me considero una esponja, lo absorbo todo.

—El del Camp Nou, ¿fue su mejor partido?

—¿Mi mejor partido, uno que perdimos? No. Me fui orgulloso de cómo jugamos, pero no me gusta pensar eso en un día en que caímos. Haciendo las cosas así llegarán muchos triunfos. Mi mejor día debe ser uno en que ganemos.

—Fernando Torres fue su ídolo de infancia....

—Es un referente. Futbolísticamente, todos saben quién es, pero cuando le conoces es aún más ídolo por cómo trabaja. Siendo tan bueno y una estrella, es el que más curra, el último que se va a casa.

—Compartió con él el momento de marcar su gol 100...

—Para todos los que sentimos el Atlético, quedará para el recuerdo. Cuando ves trabajar así a Torres sabes que tarde o temprano iba a llegar ese gol.

—Saúl y el Atlético. ¿El vínculo durará toda la vida?

—¡Es que llevo media vida! Sería muy bonito. Me gustaría estar aquí siempre. Es una entidad que me lo ha dado todo, es mi club, mi casa. Si me ofrecieran un contrato vitalicio, estaría encantado de jugar aquí hasta que me aguantaran las piernas. Tengo ganas de devolver la confianza y lo que el Atlético ha hecho por mí.

—Entonces, nunca volverá a jugar con el Elche…

—Bueno, tampoco quiero cerrarme ninguna puerta (sonríe). Un sueño de pequeño siempre fue compartir vestuario con mi hermano Aarón, que es el que más cerca está por edad.

—¿Qué pensó del descenso administrativo del Elche?

—Paso, podría decir barbaridades. Fue injusto, mi familia lo pasó muy mal. Mi hermano iba a entrenarse sin saber lo que iba a pasar. No sé qué pensar del fútbol cuando veo que suceden cosas así.

Todo por un par de botas

No es de extrañar que Saúl Ñíguez (Elche, 1994) tenga expuestas en una vitrina, en el salón de sus padres, las botas con las que marcó en el último derbi ante el Real Madrid. Con 11 años se marchó a la capital con la ilusión propia de un niño criado en una familia de futbolistas. Su padre, Boria, fue delantero y capitán del Elche. Aarón batió el récord de precocidad del Valencia con su debut en Champions. Y el mayor, Jony, acaba de firmar por el FC Koper esloveno de Riera. Saúl duró menos de un año en el Madrid. En La Fábrica no fue feliz, pese a que era indiscutible. Ese año no disputó el torneo de Canal + porque le dieron su ficha a otro compañero. Otro día llegó a la residencia y le habían desaparecido las botas. Entonces llamó a su padre para que pidiera a Míchel la baja en diciembre. En junio regresó a Elche. Pepe Fernández le hizo atlético. Y ahí sigue, creciendo, triunfando y confirmando lo que se veía desde que era el más pequeño, por edad y estatura, hasta que llegó al Calderón. Ahí se hizo grande. Su rebeldía se ha traducido en una madurez impropia de su edad. Si sigue así, está llamado a marcar una época. ­—M. H.