NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

366 Historias del fútbol mundial | 18 de febrero

Cuatro de Lineker a la Quinta del Buitre (1987)

Actualizado a
Cuatro de Lineker a la Quinta del Buitre (1987)

Ahora vemos la selección como algo de todos, particularmente después de la victoria en la Eurocopa de Austria y Suiza, pero no siempre ha sido así. Lo clásico en el aficionado español era mirar a la selección a través de su equipo. Mirarla en principio con desconfianza, y celebrar solo los éxitos de los jugadores propios, y hasta tomar con cierta satisfacción las derrotas si de ellas se podía culpar a los jugadores del rival. Visto así, por cierto, y así era, no deberían extrañarnos nada tantos años de fracasos continuados.

Ese era el sentir general cuando se enfrentaron, en el Santiago Bernabéu, España e Inglaterra en partido amistoso. Eran los grandes años de la Quinta del Buitre, que ocupaba mayoritariamente la selección española, junto con algún madridista más. Enfrente, el ataque inglés lo dirigía Lineker, un habilísimo goleador. No era un jugador pleno, pero sí un escurridizo atacante con un excelente olfato de gol. Jugaba en el Barça. España empieza ganando con gol del Buitre (al que al final se añadirá el de Ramón, buen delantero del Sevilla al que malogró una lesión), pero entre uno y otro goles de España, Lineker, de forma implacable, va desgranando cuatro. Y el partido acaba en paliza: 2-4.

«Lineker, una ametralladora», titula la prensa a la mañana siguiente. Pero lo que sigue es cierta rechifla por parte del mundo culé: un solo delantero suyo ha barrido a una selección sostenida por la Quinta del Buitre, que por consiguiente habría quedado en evidencia. En el partido habían jugado Chendo, Gallego, Gordillo, Míchel, Sanchís (que entró como suplente) y Butragueño. El seleccionador era Miguel Muñoz, que había pertenecido muchísimos años al Madrid como jugador y como entrenador, y al que se seguía considerando carne y sangre del Madrid. El escenario había sido el propio estadio Santiago Bernabéu, la casa solariega del madridismo. El público que había acudido, escasísimo, muy pocos miles de personas, era madridista en su inmensa mayoría salvo unos quinientos ingleses, muy identificables, que lo pasaron en grande. Todo tuvo, en definitiva, un cierto aire de derrota institucional del Real Madrid, por su peso tan contundente en el fracaso integral que significó el partido, desde la asistencia hasta el resultado, esa goleada adversa. Incluso el holandés Leo Been hakker, entrenador del Madrid en ese momento, tiene que defenderse en la conferencia de prensa tras el primer entrenamiento del Madrid después del partido: «A que voy a tener yo la culpa, por haber habido tantos madridistas en el equipo…».

Al madridista, sin embargo, le quedaba al menos un consuelo, o un derecho de réplica, si se puede decir así: la «Quinta» era mayoritaria en el grupo, pero el portero que encajó los cuatro de Lineker era el del Barça, Zubizarreta, aunque hasta aquello se le volvió en contra, porque a partir del tercer gol el meta del Barça fue abucheado por el escaso público en cada intervención, particularmente cuando iba a sacar de puerta.