Gameiro corre hacia la final
Su doblete en cuatro minutos mató a un Celta inferior. Rami abrió el marcador al borde del descanso y lo cerró Krohn-Delhi sin celebrarlo. Con 0-0 Gameiro había fallado un penalti. Celta - Eibar: LaLiga Santander, jornada 25
Gameiro, el atleta francés, corrió con sed de gloria y la alcanzó. Sus dos goles, en cabalgadas memorables, sumados a los de Rami y Krohn-Dehli, un ex celtiña dando la puntilla, cuánta crueldad, acercan al Sevilla a la octava final de Copa de su historia. El Celta, preso de la filosofía innegociable de su entrenador, se hizo el hara-kiri en cuatro minutos. Entre el 59’ y el 63’, Gameiro corrió a campo abierto, ganó el cuerpo a cuerpo a los centrales, y dejó muy volcada la semifinal a su favor. La pizarra también fue roja y blanca. Emery le puso el cebo a Berizzo y el argentino, en chándal a lo Bielsa, cayó. Sin Nolito, y con Augusto lejos ya de Balaídos, al Celta además le quedaba poco fondo de armario. Fue una noche mágica, otra en fin, del Sevilla, con la guinda del gol de Krohn-Dehli en otro contragolpe. Demasiadas concesiones, las del Celta, a un equipo que tiene sangre en los ojos cuando atisba debilidad en su rival y que se siente ganador en esta última década prodigiosa que embellece su historia.
Honrando a la Copa, la primera parte ya fue vibrante. Empujado por su gente, infalible los grandes días, el Sevilla empezó lanzado, castigando el juego a campo abierto en el Celta, con recuperaciones en zonas intermedias, y aprovechando su poderío por alto. Kolo rozó el gol por dos veces y Vitolo y Gameiro no concretaron en el área. El gol se estaba cociendo cuando Sergi Gómez cogió dentro de área a Vitolo. Gameiro, que siempre recuerda con cariño cómo lanzó el penalti ganador en la final de Europa League de Turín, fuerte y al lado natural, cambió de plan y fue cazado por Rubén Blanco. El Sevilla acusó súbitamente el mazazo. Fue el momento del Celta. Sergi Gómez, solo, remató al larguero en medio de un silencio de cementerio en Nervión. Luego, en medio del desorden defensivo del Sevilla, Pablo Hernández y Orellana se pelearon por un balón que el primero lanzó a milímetros de Sergio Rico. Y para que el corazón del Sevilla se repusiera apareció Rami. Petición de Emery cuando muchos lo consideraban un futbolista desahuciado, adelantó al Sevilla al filo del descanso con un cabezazo que volvió a castigar las dudas del Celta por alto.
De vuelta del descanso vino la locura. Con el Celta recuperado al parecer del golpe del 1-0 y envalentonado, Cabral se encontró un balón con el que no supo que hacer. Pablo Hernández reclamó un penalti con Guidetti enloquecido. Del córner consiguiente llegó un balón a pies de Krohn-Dehli, que vio a un gamo correr y le mandó un balón cualquiera que Gameiro convirtió por arte de magia en el 2-0. Luego calcó la jugada y, esta vez por abajo, hizo el tercero. Se caía el Sánchez Pizjuán como en las noches más grandes. Y se derretía el Celta, superado por la pasión y la convicción de un equipo con una mentalidad durísima. Pidió Emery ilusión y le volaron las piernas a los jugadores del Sevilla, que coronaron una noche sublime para su gente con el gol de Krohn-Dehli. Su respeto en la celebración del 4-0 (87'), recordando su tiempo celeste, contrastó con la locura de la grada. Cinco meses después de Tblisi, el sevillismo ya se ve mirando de tú a tú al Barcelona. Salvo hecatombre, tiene la final en el bolsillo.