Capello: "Zidane tiene carisma, habrá que darle tiempo..."
Fabio Capello atiende en exclusiva a AS en Lugano, donde reside ahora que se ha tomado un descanso en los banquillos y trabaja para la Fox como comentarista deportivo.
—¿Por qué no triunfó Benítez en el Madrid?
—No lo sé. Hay que estar en el vestuario...
—Pues parece que los jugadores se liberaron sin él.
—Si no hay feeling con el entrenador es difícil triunfar. Benítez tiene experiencia…
—¿Demasiado defensivo?
—Es posible que el cambio de Ancelotti a Benítez fuera demasiado traumático.
—¿Por qué entrenar al Madrid es tan difícil?
—Depende de los presidentes (risas). Influye mucho.
—¿El problema del Madrid es el técnico o que haya tenido once diferentes en 12 temporadas?
—¡Son muchos, son muchos! No sé... El Madrid es una casa muy difícil. Si el presidente pasa del entrenador a hablar directamente con los jugadores de los problemas del vestuario, está muerto. ¡Los jugadores lo saben! Se lo dicen unos a otros: “El presi me preguntó ayer por qué pasa esto...”. Y piensan que el técnico no vale para nada.
—¿Qué le parece que el Madrid no tenga un director deportivo?
—Yo siempre lo tuve allí.
—Pero ahora no lo tiene. ¿Quién decide los fichajes?
—El entrenador, ¿no?
—No lo sé…
—Normalmente es así… Si después el equipo lo hace el presidente…
—¿Le llamó Florentino antes de decidirse por Zidane?
—No (risas). Yo ahora soy pensionista. Y a Florentino no le gusta lo que vino con otro presidente. Él quiere ser el que fiche, ser el que decide y el que ha hecho las cosas nuevas. No le gusta lo que tiene que ver con el pasado. Le gusta ser él quien ha hecho las cosas.
—¿Se puede sostener el Madrid con la BBC?
—Yo pienso que sí. Mire lo que le hizo al Bayern con Ancelotti. Depende de quiénes sean el resto. Fíjese en el Barça. Messi y Neymar. Y cuando ha llegado Luis Suárez, que ayuda mucho a los dos en defensa, funciona. Y a pesar de eso tienen problemas atrás. En cada partido le generan ocasiones.
—¿Le parece que Zidane tiene la experiencia necesaria?
—El carisma lo tiene, que es importante.
—¿Le bastará con eso?
—Habrá que darle tiempo. Los jugadores creen en ti hasta que fallas. Los futbolistas te pesan (te evalúan) cada día.
—¿Berlusconi le cantó a usted alguna alineación en el Milán?
—Nunca, en la vida.
—¿Cree que en el Madrid el técnico que llega sabe que hay seis o siete jugadores fijos?
—Pero son los buenos, ¿eh? Mire, sólo una vez me dijeron algo. Cuando el Madrid fichó a Marcelo, Gago e Higuaín, todos jovencísimos. El presidente (Calderón) me dijo: “¿Por qué no los pones?”. Le contesté: “No se preocupe, estos pueden ser la fortuna futura del Madrid”.
—¿Le molesta que se le vea como un técnico defensivo?
—¡Es la mayor mentira del mundo! Empezaron a decirlo cuando gané el primer título con el Milán, todos los partidos fueron 1-0, 1-0, 1-0… Pero mire mi primer año en el Madrid. ¡Jugaba sólo con un mediocentro que era Redondo! Y junto a él Seedorf, que era mediapunta. Víctor en una banda, Raúl en otra y Mijatovic y Suker arriba. ¿Es eso ser defensivo?
—Y en la segunda etapa (2006-07), ¡Emerson-Diarra!
—No teníamos facilidad para mover la pelota, no. Faltaba esa calidad, pero era lo que había. Y tuvimos problemas con algunos jugadores, como Ronaldo… Cuando lo vendimos, el equipo cambio.
—¿Cuestión de vestuario?
—No lo sé… Pero hablé con el equipo para intentar ganar los últimos 11 o 12 partidos y lo hicimos. Y ganamos el título porque la gente empezó a moverse más y a presionar más.
—¿Siempre se llevó bien con Lorenzo Sanz?
—El único problema que tuve con él es porque quería que jugara su hijo. Y Fernando es muy buen chaval, ¿eh? Se entrenaba perfecto. Pero el padre demandaba que jugara, y eso no podía ser.
—¿Fue mejor su primer Madrid o el segundo?
—El primero tenía mucha calidad, y era un equipo muy serio. ¡Eran un equipo con hombres!
—¿Quién mandaba?
—Hierro, Raúl, el mismo Illgner… Había muchos hombres: Mijatovic, Redondo, Suker. Todos eran líderes con mucha personalidad y estaban decididos a ganar. Querían sufrir, entrenarse…
—¿Y su segundo Madrid?
—Era un Madrid de palabras, pero no de trabajo. Había buenos jugadores, pero no estaban conectados. Difícil. Hacían grupos...
—¿Le fue difícil sentar a Ronaldo?
—Mire, pesaba 96 kilos. Le pregunté: “¿Cuánto pesabas cuando ganaste el Mundial de Corea y Japón?”. “84 kilos”, me dijo. “¿Puedes bajar a 90, al menos?”. Y no llegaba…
—Pero tuvo que ser valiente para sentarlo, ¿no?
—Intentaba ser respetuoso con todos. Los jugadores te ven todos los días y te pesan (te evalúan). Y piensan: ¿cuánto vales? Cuando me preguntan cuál es el mejor jugador al que entrené, y sería capaz de hacer tres onces históricos con ellos, siempre digo que Ronaldo. Ronaldo era impresionante, el mejor con diferencia. Él y Van Basten.
—¿Se considera usted un entrenador duro?
—El entrenador tiene delante todos los días a 40 personas que le valoran. ¡Todos los días! Y tiene que ser correcto. Mi padre solía decir: “Yo tengo una sola palabra”. Era un hombre justo. Respeto, respeto y respeto.
—También apartó a Cassano del Madrid en la 2006-07. ¿Un día casi llegaron a las manos?
—Llegamos, llegamos, pero en el Roma, donde tenía otro equipo de hombres excepcional con el que ganamos una liga. Yo respeto a los jugadores y quiero que ellos también me respeten. Eso es ser serio, no duro.
—¿Hacia dónde se dirige ahora el fútbol después de las últimas grandes revoluciones?
—Veo una moda, la de los equipos que hacen la tontería de querer jugar como lo hacía hasta hace poco el Barça sin tener calidad para hacerlo. Lo más bonito ahora es recuperar el balón rápido, como ocurre en el Bayern o el Barça, y ser vertical a partir de ese momento. El Nápoles o el Liverpool de Klopp también lo hacen. Eso es a lo que va el fútbol y es el elemento que Luis Enrique ha introducido en el Barça. Este es el último cambio. Y para hacer eso hay que tener mucha calidad. Todos los que hicieron revoluciones en el fútbol contaron con profesores en el campo: Kovacs tuvo a Cruyff, Neeskens, etc; el Milán a Van Basten, Gullit, Rijkaard, Baresi, Maldini… El Barça a Xavi, Messi, Iniesta, Busquets…
—Muchos desconocen que usted tuvo una carrera brillante como futbolista. ¿Dónde empezó a jugar?
—En Pieris, donde nací. Tiene 1.000 habitantes y es la localidad más pequeña que llegó a tener un equipo en Tercera en Italia. Siempre jugábamos al fútbol. Piense que con 1.000 habitantes Pieris ha dado tres jugadores a la selección y nueve a la Primera División. Es increíble.
—¡Es la aldea de Asterix!
—Fuimos internacionales Tortul, que era hermano de mi madre, Zorzin y yo mismo…
—¿Su padre no jugó?
—Era maestro de escuela. El pueblo vivía del campo y de la construcción de barcos en la empresa Falcon, que hacía los barcos más grandes del mundo. Había un astillero a seis kilómetros de Pieris.
—¿Cómo despuntó usted?
—Con 13 años hice una prueba en el SPAL Ferrara, que estaba en Primera. Me ficharon para la cantera. Y ese mismo año llegó el director deportivo del Milán para llevarme. Pero mi padre dijo: “Yo tengo una sola palabra. Mi hijo va al SPAL”. Debuté en la Serie A con 17 años.
—¿Qué tipo de jugador era?
—Un reggista, como decimos aquí. El que manda…
—¿Por lo que defendía o por lo que atacaba?
—Para que se haga una idea, era una especie de De Rossi, el del Roma. Tenía calidad, gol y brega. Mi problema fueron las lesiones de rodilla.
—¿Sí?
—Tuve tres graves lesiones. La primera con 17 años. Rotura de menisco. Poco antes Helenio Herrera me había pedido para el Inter, y el presidente del Ferrara dijo “no”. Luego, con 20 años, me vendieron a la Roma.
—¿Cómo era aquel Roma al que llegó?
—Mandaba allí un político, Evangelisti, del partido de Andreotti. Luego lo compró Marchini, que era del partido comunista (risas). Todo lo contrario.
—¿Qué jugadores había?
—Llegó Helenio Herrera al banquillo y ficharon a Joaquín Peiró, Jair… Era un gran equipo. Ganamos la Copa y casi también la Recopa de Europa. Hay una curiosidad. Jugamos las semis contra el Katowice en Roma: 1-1. En Polonia íbamos ganando 0-1 y en el 91’, Ortiz de Mendíbil, árbitro español, nos pitó un penalti. Metió en el área una falta que había sido fuera: 1-1. La prórroga acabó 2-2. ¡Y la regla decía que los goles fuera de casa no valían doble en la prórroga!
—¿Y qué pasó?
—Hubo que jugar el desempate en Estrasburgo: terminó 1-1. En la prórroga nadie marcó… ¡Se decidió tirando una moneda! Perdimos después de jugar tres partidos. Después de aquello cambiaron la regla que decía que los goles fuera de casa marcados en la prórroga no valían doble…
—¿Cómo era Helenio Herrera?
—Estaba diez años por delante de los otros entrenadores. No tanto por la táctica, sino por cómo hacía moverse al equipo sin balón. Eso no se hacía antes. Y era muy motivador. Decía siempre: “Como se entrena, se juega”.
—¿Cómo convencía a los jugadores?
—Por la mañana, antes del partido, iba cogiendo por el pecho uno por uno: “¡Tú eres el más fuerte!”, “¡Tú te comes a estos!”. Y en los entrenamientos, al que veía parado o moverse lento, lo quitaba.
—Continúe…
—Luego, durante el partido, no sabía mucho cómo actuar. Peiró y yo hablábamos mucho con él para decirle lo que había que hacer (risas). “¿Cambiamos esto, míster?”, “¿Cambiamos aquello?”.
—¿Qué otro entrenador le marcó aparte de HH?
—Liedholm. Cuando había problemas, hablaba muy tranquilo. Con él conquisté el último título como jugador en el Milán. Sus entrenamientos eran técnica, técnica y técnica… ¡Igual que hace ahora Ancelotti, que fue jugador suyo durante mucho tiempo en el Roma! Ahí aprendí, como Carletto, que con mucho entrenamiento de técnica siempre se mejora.
—¿Cómo era el Peiró que jugó en Roma con usted?
—Buenísimo. Tenía mucha personalidad. No tenía un gran chut, no tenía un gran remate de cabeza… Pero metía goles de todos los colores porque era muy listo. Se sabía mover muy bien en el área. Espectacular.
—¿Jugó mucho ante Luis Suárez?
—¡Mucho! La primera vez, cuando él tenía 30 años y yo 18 o 19. Le cuento un secreto. Siempre miraba lo que hacía Suárez para imitarle, para copiarle. Quería ser como él e incluso iba a verle en directo para fijarme. Era un superclase.
—¿Y Luis del Sol?
—Él entró en la operación cuando yo fui a la Juve. Yo fui junto a Landini, un delantero centro y Spinozzi... Y vinieron a el Roma Del Sol y Piloni. Del Sol era muy trabajador. No tenía la calidad de Suárez, que ha sido el mejor centrocampista junto a Bobby Charlton. Del Sol recuperaba y tocaba en corto…
—¿Cuál fue el peor momento de su carrera como jugador?
—Cuando me rompí por segunda vez el mismo menisco, en el Roma, y todo el mundo dio por terminada mi carrera. Tuve la suerte de que Jair había tenido la misma lesión que yo, y llegó con un zapato de hierro. Me lo ponía para ver la tele todas las tardes, y venga a levantar el zapato para hacer músculo... Me vino muy bien. Eso y mis viajes a Cerdeña para hacer la cura de la arena.
—¿La cura de qué?
—La hacían en un balneario cerca de Trieste. Es una cura famosa. Te tapaban con la arena cuando hacía mucho calor y te chupaba todo el mal que podías tener. Luego te duchaban con agua de mar… Y funcionaba, y mucho. Me lesioné una tercera vez el menisco, en 1975, jugando ante Rusia con Italia. Pero en la otra rodilla.
—¿Cuál es su mejor recuerdo con Italia (36 internacionalidades)?
—El gol que le marqué a Inglaterra en Wembley, en noviembre de 1973, la primera vez que Italia ganó allí (0-1). Fue histórico para los italianos. El día después del partido se casaba la princesa de Inglaterra. Y los tabloides salieron en portada diciendo: “20.000 camareros italianos vienen a ver el partido”. Un menosprecio. Dediqué el gol a esos camareros. Les habíamos ganado ya en Turín, por primera vez en la historia, en junio (2-0). Ahí también marqué. Son grandes recuerdos...