Vallecas rugió y el Rayo dio una exhibición frente al Celta
El equipo madrileño sumó su quinta victoria de la temporada ante un rival pobre. Miku, Tito y Jozabed sentenciaron en poco más de media hora.
Si Mestalla supuso un brote verde en el futuro del Rayo, Vallecas confirmó la floración. Tres goles espantaron el maleficio y dejaron en la cuneta las nueve jornadas consecutivas sin ganar. Una victoria tan necesaria como curativa, después de que Sporting y Granada también vencieran. Paco mantuvo los cimientos del equipo que empató en Valencia y Berizzo se lo jugó todo a la Copa, alineando a los menos habituales.
El aliento de la grada generó un vendaval franjirrojo. Bebé parecía el correcaminos. La banda se le quedaba corta y el palo evitó que abriera el marcador (3’). El palo, de nuevo, repelió un cabezazo de Llorente (5’). Y, aunque suene a broma pesada, el palo fue quien truncó la primera bala de Miku. Pero el Rayo, que no cree en maleficios y meigas, se sentía cómodo e iba metiendo más revoluciones, más intensidad, más juego y así llegaron los goles.
Miku respondió a la confianza del míster, que le dio la titularidad por tercer partido consecutivo, y anotó su primer tanto de la temporada. El venezolano aprovechó un centro de Trashorras, palo mediante, para adelantar a los locales. Cinco minutos después, Tito cabeceaba una falta botado por Trashorras. El lateral, reconvertido a central, no perdonó como rematador y es que al Celta le tiene tomada la medida (no mojaba desde el 10-11-2012, precisamente ante los gallegos). Y a los diez minutos, Jozabed cazó con la testa un balón de Trashorras. La octava diana vallecana a balón parado este curso. El marcador lucía un 3-0 en el minuto 36’. Si Bebé era la magia; Trashorras, el cerebro y Miku, la perseverancia.
Vallecas coreó a los suyos cuando se iban al vestuario. Lo necesitaba el equipo, lo añoraba la grada. Hasta el minuto 48, el Celta no dispuso de su primera ocasión del choque: un tímido disparo de Hugo Mallo que atajó Juan Carlos sin problema. Y el Rayo seguía, erre que erre, buscando más premio porque quedaba gasolina, tiempo y hambre. A Miku se le fue alto, a Jozabed demasiado escorado, también erró Javi Guerra y el Rayo se marchó victorioso, cobrando mayor sentido una pancarta de la grada: “Nadie puede vencer a quien nunca se rinde”. Su pelea acerca un paso más el objetivo de la salvación.