Vitolo le pone aroma de semifinales al Sevilla en el 93'
El canario hizo justicia en el descuento a los méritos del Sevilla, que apretó en la segunda parte para cerrar la eliminatoria. Nzonzi hizo el 1-0. Raúl Fernández salvó a los suyos.
Apareció Vitolo en el minuto 71 como recambio de Reyes, el mejor del partido. Lo hizo entre murmullos de desaprobación a un cambio que volvió a premiar el instinto de Emery. Vitolo fue un manguerazo de gasolina para el Sevilla, unas piernas inalcanzables para el Mirandés. El canario, espectacular en el despliegue, desequilibró en los últimos 20 minutos y fue el que primero llegó a la línea roja del partido. En el 93’, justo el descuento que había concedido Del Burgos Bengoetxea, empujó el 2-0 y dejó al Sevilla al borde de las semifinales de Copa. Y ya sabemos cómo se comporta el Sevilla cuando llega a esas instancias… Lo merecieron los de Emery, que masticaron el choque mejor y demostraron que, más que un salto técnico, el listón inalcanzable para las categorías inferiores en la élite es el físico. El Mirandés jugó extenuado la segunda parte, agarrado a las paradas de Raúl Fernández, un anónimo nómada de las porterías (Conquense, Granada, Racing, Valladolid…) que mantiene vivo el sueño de Miranda de Ebro. Pese al 2-0 reventará Anduva, que cosas más raras se han visto en fútbol.
En el inicio, el agujero negro del Mirandés fue la estrategia. No intuyó ninguno de los balones parados del Sevilla hasta que en el minuto 21, Nzonzi, en posición correcta de milagro, se decidió a aprovechar un balón muerto en el área que ningún defensor de Terrazas se animó a despejar. El 1-0 quitó presión a un equipo al que en la primera parte sólo sacó del aburrimiento Reyes, que dejó un pase para el recuerdo al borde del descanso. Gameiro y Krohn-Dehli mandaron al limbo el segundo pero ningún sevillista se quejó demasiado. En el minuto 28, Sangalli remató al palo una jugada excelente de Carnicer. Estaba extraño el partido, que no desprendió la electricidad habitual en las noches coperas de Nervión. Esa frialdad suele paralizar al Sevilla, que necesita la conexión con el socio. De la primera parte también sorprendió la alienación de Konoplyanka. Lo suyo empieza a parecer de expediente X. Parece jugar un partido paralelo a sus compañeros. Su desconexión en los últimos tiempos es preocupante. Emery, el primero en darse cuenta, le quitó a la hora de partido para meter a Banega.
El Sevilla trabajó y mereció hacer más amplio el marcador en la segunda parte, especialmente Reyes, que fabricó jugadas minimalistas en el córner, toques sutiles. Estuvo finísimo pero no encontró el gol. Con el Mirandés acercándose cada vez menos, y Gameiro (excelente estado de forma) midiéndose una y otra vez con éxito ante los centrales, a Emery todavía le quedaba este fondo de armario en el banquillo: Banega y Vitolo. El Mirandés se asomó poquísimo por David Soria, que estuvo sobrio, y el 2-0 debía caer por inercia pero fue amargo y cruel para el Mirandés, casi fuera de hora y en situación también límite. Tanto esfuerzo para irse tan castigado al vestuario. Tiene más de medio camino hecho el Sevilla para llegar a semifinal, otra vez bordeando la gloria, pero antes tiene que batirse a duelo en público en Miranda. Allí espera una fiesta. Pero Terrazas ha prometido un infierno.