366 Historias del fútbol mundial | 8 de enero
Briegel desvela al fin el tongo del Alemania-Austria (2007)
Tuvieron que pasar veinticinco años, pero al fin alguien se decidió a confesar lo que en realidad era un secreto a voces: que Alemania y Austria habían pactado un resultado (1-0) para clasificarse ambas en la fase de grupos del Mundial de España. Fue el 25 de junio de 1982, en El Molinón, y resultó un serio agravio al fútbol. Argelia, que había ganado sorprendentemente a Alemania en el primer partido del grupo (contaba con un gran equipo y una verdadera estrella, llamada Madjer, campeón de Europa con el Oporto de Futre), tenía posibilidades de entrar en cuartos, pero el «pacto germánico» se lo impidió. Resultó que el último partido del grupo lo jugaban Austria y Alemania, y que ambas pasarían si Alemania ganaba por uno a cero. Durante los días previos se habló de la posibilidad de amaño y el partido se jugó bajo la máxima atención.
Pero a los protagonistas no pareció importarles nada eso. A los diez minutos, gol de Hrubesch, el Ogro, un gigantón, el último quizá de la vieja especie de los delanteros-tanque alemanes. En ese momento, según advierten algunos, Schumacher, el portero alemán (el mismo que en la semifinal, en Sevilla, va a agredir brutalmente a Battiston), se pone una gorra blanca. Después se interpretará ese gesto como una señal a los austriacos de que Alemania proponía la paz. Y paz hubo. Pero no hubo más partido. Los jugadores se pasaban una y otra vez el balón en horizontal, ante la indignación del público gijonés. Al final, 1-0. Argelia protesta, pero no hay caso. Los tres equipos acaban el grupo con dos victorias y cuatro puntos, aunque Argelia pierde por goal average, consecuencia fatal de ese resultado exacto.
El asunto queda como un agravio más de la vieja Europa, que todo lo cuece en su beneficio, contra las aspiraciones de crecimiento de cualquier otro continente.
Veinticinco años más tarde, Briegel, fornido defensa alemán que jugó aquel partido, tiene la debilidad o la sinceridad de confesarlo todo en un periódico árabe, Al Ittihad: «Tomamos la decisión entre todos, ellos y nosotros, de no esforzarnos demasiado…». La revelación provoca el enorme revuelo propio de uno de esos asuntos que han quedado mal resueltos en la pequeña historia del fútbol mundial. Madjer declara: «Sentí rabia y vergüenza, el tongo fue descarado». La Federación argelina pide a la FIFA que abra un expediente informativo para dictaminar sobre el asunto y «resarcir el daño histórico que se le hizo a Argelia. Hay que erradicar estas injusticias en el fútbol para evitar que se repitan». Pero no hay caso. Alemania se cierra como una concha y Stielike, Breitner y Schumacher, entre otros, niegan el tongo. Schumacher declara cínicamente: «Quizá Briegel se tomó una copa de más». Sin embargo, el austriaco Schachner echa más leña al fuego de la verdad: «Yo quería jugar, pedía el balón para marcar gol, pero los demás me abroncaban. Briegel me decía: “¿Por qué corres tanto? Párate”. Y desde mi banquillo me hacían señas para que parara. Solo claudiqué al final, cuando vi que era imposible, y que en realidad el 1-0 nos valía». Dio igual. La FIFA ni se movió.