Hungría vuelve a un gran torneo treinta años después
Fiesta en Budapest por la clasificación para la Eurocopa de los húngaros, que no jugaba una desde 1972. Odegaard salió de inicio pero fue sustituido al descanso.
Hungría está de vuelta. Necesitaba el fútbol recuperar la nostalgia de un país legendario como el magiar, que después de 30 años de absoluta travesía por el desierto jugará de nuevo un gran torneo. El último fue el Mundial de México, en 1986. La victoria ante Noruega en la vuelta de la repesca (ya había ganado también en la ida) le otorga un billete para Francia 2016, su primera Eurocopa desde 1972.
Suena tan añejo y caduco todo que cualquier recuerdo de los húngaros en la memoria aparece en blanco y negro. Aquellos dos subcampeonatos mundiales, esa colección de jugadores inolvidables como Puskas, Bozsik, Szibor o Hidegkuti, los oros olímpicos logrados en las décadas de los 50 y los 60 -cuando se consideraba a los húngaros una potencia mundial-, el inolvidable 3-6 ante Inglaterra en Wembley que pasó a denominarse el Partido del Siglo por ser la primera derrota inglesa en ese feudo…
Historia del fútbol que desde hoy también tiene su respaldo en forma de presente. Sería injusto comparar a la selección actual con las brillantes del siglo pasado, pero al menos la que dirige Storck recuperará el aura granate de los magiares para un gran torneo. Ya mereció la clasificación de forma directa y en la repesca el destino le premió en los dos partidos, ofreciéndole ventajas tempraneras que a la postre resultaron determinantes.
Esta vez fue un golazo de Priskin en un contragolpe lo que condenó a una Noruega con Odegaard, pero sin ideas. De hecho, el castillista fue sustituido al descanso en busca de una fórmula más directa que tampoco funcionó. Hungría, dirigida por un fenomenal Kleinheisler, que ya había marcado en la ida, se encontró con espacios por los que contragolpear y sentenció el partido con un tanto en propia puerta del portero Nyland en un córner.
La fiesta fue total desde entonces en Budapest y en todos los rincones de Hungría, incluso pese al gol postrero de Henriksen para Noruega, pues después de tres décadas la selección magiar, la de Puskas, la que emocionó a muchos durante buena parte del siglo XX, recuperaba un sitio entre la élite que le costó demasiado tiempo recuperar.