El Real Madrid no remata
Benzema adelantó a los de Benítez. El Atlético falló un penalti, que paró Keylor; Vietto empató cuando el Madrid creía tener el partido controlado. Derbi gris y con pocas ocasiones.Atletico Madrid-Getafe: LaLiga en directo
No importa lo que hagas: si termina bien habrás tenido razón. Si acaba mal, tampoco será relevante la historia anterior. Así se explica el derbi, por el final. El Atlético tuvo el último tiro, el que le hubiera dado la victoria, en caso de no existir Keylor Navas. El Madrid tuvo lo anterior, lo que ocurrió desde el inicio y hasta el minuto 83, cuando empató Vietto. Todo ese tiempo lo dedicó a especular con su ventaja, más atento al cuadro de mandos (altitud, nivel del combustible) que ala pasión. Sabemos que el fútbol es un loco imprevisible, pero suele penalizar los excesos de prudencia. Volvió a hacerlo en el derbi.
Simeone, si lo pretende, encontrará un relato que encaje con los hechos. Sin embargo, la coincidencia no la provocó él, o no totalmente. El desequilibrio llegó antes, cuando Carvajal se lesionó y fue reemplazado por Arbeloa. No se apreció al instante. Fue necesario que el partido fuera sometido a la máxima exigencia. Tuvo que aparecer Jackson por el flanco más frágil del Madrid. En ese desborde se concentra el meollo del partido. Griezmann tocó lo suficiente, con más talento que suerte, y Vietto, hasta entonces perdido, marcó el gol que le salva a él y a todos sus compañeros.
El madridista que más lo sentirá es Casemiro, porque su encuentro fue sublime. Benítez sorprendió con su alineación y su decisión se reveló como un acierto desde el primer minuto. El brasileño se ubicó por delante de los centrales, liberó a Modric, desató a Kroos y sirvió de faro al juego del Real Madrid. Cortó, barrió y, en general, ofreció tranquilidad y un café caliente a quien llegaba destemplado. Su apostura no se corresponde con su edad, 23 años. Casemiro actúa como si llevara media vida de sheriff en un pueblo dela frontera. Hay un neologismo de origen manchego para definir a la muchachada tan serenamente apacible: ‘viejunos’.
A los ocho minutos marcó Benzema. Su cabezazo, digno del mejor nueve, estuvo a la altura del excelente centro de Carvajal. El lateral dejó en evidencia a Filipe con un autopase (regate en desuso, sólo apto para los muy rápidos) y puso el balón en las brasas del área. Cristiano acaparó la atención de los centrales y su compañero remató a placer, sin que nadie le estropeara la foto. No hay duda, o ya quedan pocas. Benzema es el delantero adecuado para este Real Madrid. Si tuviera todo lo que le pedimos (más gol, más sangre), chocaría en intereses y gestos con Cristiano, que no podría convivir con un tipo parecido a él.
Por delante en el marcador, al Madrid se le planteó la opción de avanzar y sentenciar, pero decidió esperar. Esa actitud le dio vida al Atlético, que se recuperó con el balón y al contacto con Correa. En su primer derbi, el chico ratificó todas las ilusiones depositadas en él. A los cuatro minutos se registró su primer tiro, una señal de falta de timidez. A los diez pudo empatar: después de atravesar las líneas enemigas entre paredes y rebotes, su disparo cruzado acarició la cepa del poste. Al rato supimos que también sabe inventarse situaciones de gol. Así nació (de la nada) su siguiente remate, un derechazo algo desviado, pero no tanto.
El partido amenazó con dar un salto mortal cuando un error de Sergio Ramos propició el contragolpe local. Correa lanzó a Torres y desde ese momento todo fue trompicado. Torres no controló y en busca del balón perdido (y del perdón) Sergio Ramos cometió penalti sobre Tiago. La jugada no admitió dudas, aunque cabe dentro de lo posible que la víctima iniciara su caída antes de ser disparado.
Griezmann ejecutó el castigo y Keylor firmó el indulto, con guantes. Ya sabíamos que el costarricense tiene más reflejos que una bola de discoteca, pero a sus méritos también hay que añadir sus dotes adivinatorias. Ajustó el tiempo de reacción, adivinó el lado y resistió la potencia del tiro. Cuando se lo agradeció al cielo entendimos que hay influencias irresistibles.
Los equipos alternaron sus ataques educadamente, pero la impresión es que el Real Madrid estaba en condiciones de tocar sin perder el balón durante una noche entera. Al Atlético le costaba algo más mantener la pelota y mucho más acercarse al área rival.
La lesión de Carvajal en el 39’ fue una señal de efecto retardado. El Madrid prosiguió con su fútbol sosegado, manejado por Casemiro, pendiente del reloj y del depósito de gasolina, inteligente en algunos momentos y desesperadamente conservador en otros.
La entrada de Carrasco por Óliver no se tradujo en una mejora inmediata en el Atlético. Tampoco la sustitución de Correa por Vietto. Resulta desolador el empeño de muchos entrenadores por dosificarnos la felicidad, aunque los terremotos lo encajen todo al final. El derbi se espesó y la ausencia de fenómenos extraordinarios perjudicó al Atlético, el equipo que más lo necesitaba.
Hasta que Jackson, relevo de Torres, penetró por la banda izquierda. Su carrera masacró a Arbeloa y desequilibró al Madrid por su punto más débil. El resto fue una multa por falta ambición y un premio a quien más se rebeló ante su destino.