“Cristiano es mejor tipo que la imagen de arrogante que da”
Joaquín Reyes pertenece a un grupo de artistas y cómicos que, cada uno a su particular manera, han conseguido colocar a La Mancha en un lugar destacado del planeta.
—De Albacete, hijo de La Mancha, ¿cómo le robó el Barça el corazón?
—La culpa la tuvo un primo, un primo mío, quiero decir. En mi familia no había muchas presiones de pasión futbolera porque mi padre era del Atleti, pero no era un hincha muy apasionado, entonces ese primo me regaló una camiseta del Barça con el nombre de Johan Cruyff. En esa época no era habitual tener camisetas de equipos de fútbol, y a mí, con cinco años, la cosa me caló. Me puse la camiseta e inmediatamente sentí los colores. Así fue. Y estas cosas ya no las puedes cambiar.
—Siendo Albacete un feudo tradicionalmente muy merengue, ¿no se sintió desplazado?
—Había que aguantar y creo que resistí con aplomo el ambiente hostil que me rodeaba. Al cabo del tiempo, con la llegada del Dream Team y todo eso, empezó a haber más chavales del Barça y ya me sentí más acompañado. Y luego con la época extraordinaria de Guardiola fue coser y cantar.
—¿En ese tiempo de formación adolescente jugaba al fútbol?
—Sí, pero era bastante malo. Además, a mí me gustaba más el baloncesto, y se me daba algo mejor que el fútbol.
—Según su perfil personal y emocional, ¿qué tipo de jugador de fútbol habría sido?
—Creo que un tipo fino. De jovenzuelo me gustaba mucho Stoichkov.
—Todo un ejemplo de jugador fino y elegante, sí señor.
—(Ríe) Sí, era todo un dandy, en fin, pero me encantaba. A todos nos gusta que tu equipo juegue bien, con virtuosismo, pero siempre he tenido debilidad por los jugadores un poco singulares, Stoichkov era algo cabroncete, pero con un punto excéntrico que me atraía. Por ejemplo, George Best era mi favorito. Una de sus frases la guardo en mi memoria: “La mayoría de mi dinero lo gasté en alcohol, mujeres y coches, y el resto lo malgasté”. Qué bueno. Dicho esto, hay uno que supera mis emociones a pesar de que no es la alegría de la huerta, mi paisano Andrés Iniesta. No hay otro como él.
—Desde luego Iniesta no parece el representante de la esencia de lo que se conoce como humor manchego.
—Pues no, no veo mucho humor en Iniesta, pero es el manchego total. Un tipo humilde, sin dobleces, poquita cosa a simple vista pero grandioso cuando se viste de futbolista.
—Defina el humor manchego.
—Vamos a ver, La Mancha es una gran desconocida, quizá tenga mucho que ver en ello nuestro carácter humilde e introvertido. El humor manchego es la retranca, el manchego es muy irónico, no es sutil pero habla con mucho doble sentido. Hay un pueblo de Cuenca que se llama El Provencio, donde te mueres de la risa con la gente. Aflora en ellos un tipo de sabiduría popular, su cultura, que es tan paradójica como cómica. De todas formas, hemos puesto de moda el humor manchego por una cuestión de cantidad, estoy yo, Ernesto Sevilla, Julián López… Pero también están Millán Salcedo, José Mota y Almodóvar, con su particular universo disparatado.
—¿Me podría decir de dónde viene la expresión “te voy a poner mirando para Cuenca”?
—Eso tiene que ver con la copulación, así es. Es una forma de levantar expectativas en la persona a la que intentas seducir. Es como lo más, que lo vas a dar todo y se va a enterar. Dicho esto, mirar a Cuenca es una maravilla, como todos sabéis.
—¿Cree que dan poco juego para el humor los futbolistas?
—Son gente especial. A casi todos les cuesta mostrarse como son realmente. En su imagen pública son muy sosos, se exponen muy poco aunque a veces cometen deslices sonados. La gente nunca llegará a conocer cómo son de verdad porque se blindan en exceso.
—Asegura que le gustan los jugadores singulares, con un punto excéntrico, en esa línea de pensamiento Mourinho, aunque sea entrenador, le debe encantar.
—Mira, a Mourinho le disfruto mucho ahora que está en Inglaterra pero cuando estaba en el Real Madrid llegó un momento que era insoportable, incluso para los madridistas. Desgastó mucho al club sin conseguir prácticamente nada. Es un egocéntrico showman al que se le va la mano frecuentemente, y el dedo también. Aún me repugna recordar aquella escena con Tito Vilanova. Cuanto más lejos esté, mejor, que le sufran otros.
—¿Qué futbolista le hace más gracia?
—Graciosos hay pocos, a ver, no sé, quizá Joaquín tiene un punto cachondo por la forma de expresarse, tienen gracia sus ocurrencias. Pero, en general, están muy encorsetados y les cuesta soltarse, como ya he dicho. Hace falta más sentido del humor en el fútbol, una visión menos plana y directa. Más ironía. Pero eso son palabras mayores.
—¿A Cristiano Ronaldo le pilla el punto?
—Es un personaje que sabe de su trascendencia y lo manifiesta sobre el terreno de juego. Estoy seguro de que muchas de las cosas que hace las lleva ya pensadas. Es un histrionismo meditado. A veces puede exasperar y molestar a los rivales su imagen arrogante y pretenciosa pero es puro teatro. Él necesita ser el mejor y, además, proyectar una imagen de poderío. Me consta que en su vida cotidiana es un tipo normal, buena persona y generoso. Seguramente no tiene nada que ver con lo que aparenta en el campo.
—El fútbol es cosa seria.
—El fútbol tiene más que ver con las emociones. Es la representación de un sentimiento y una batalla que se supone incruenta, aunque a veces haya que lamentar sucesos indeseables. Humor hay poco más allá del recochineo de los lunes en los debates de bar, y algunos terminan regular. En estos casos conviene tener cuidado porque la gente se lo toma muy a pecho. Cuando el 5-0 del Barça al Madrid de Mourinho mi compañero Raúl Cimas, muy madridista, estaba insoportable y furibundo. Se le cambió el carácter y no había lugar para bromitas.
—¿Y usted no se altera?
—Más de lo que quisiera, pero intento contenerme cuando tengo a mis hijos delante para no dar mal ejemplo. Yo discuto mucho con enemigos imaginarios. De hecho, tengo un vecino muy madridista, al que no conozco personalmente, pero nos insultamos por la ventana siempre que hay partido grande. Cuando gana el Madrid o el Barça nos decimos de todo, como si estuviéramos locos.
—El fútbol es un mundo singular con sus claves propias. En el lado negativo podemos poner lo mal visto que sigue estando que un futbolista sea homosexual. ¿Cuándo cree que saldrán del armario?
—No lo sé. A mí me gustaría que un futbolista pudiera decir que es gay sin más problemas. Es muy raro que esto siga sucediendo así. Es como seguir en las cavernas de la sociedad. ¿O es que no hay aficionados al fútbol gays? Pues claro, y a montones. A ver si cambian las cosas a mejor. Y parece que algo está pasando. Hay menos crueldad en los cánticos de la grada.
—Usted se patea mucho España. ¿Cuál cree que es la región con más sentido del humor?
—La gente, sea de donde sea, se ríe prácticamente de lo mismo. Creo que el humor es muy parecido en todos los sitios. Luego hay giros, guiños locales que funcionan de otra manera pero, en nuestro caso, que llevamos el mismo espectáculo a todos los rincones, no encontramos mucha diferencia, todos se ríen de lo mismo.
—¿En qué fuentes del humor ha bebido?
—Una de nuestras grandes referencias es Monty Python pero también Faemino y Cansado, Gila, Woody Allen. Por ejemplo, con Martes y 13 me moría. Sin olvidar a los geniales Tip y Coll, que tenían un soberbio mérito al hacer el tipo de humor absurdo que hacían en aquellos años 70. Eran muy modernos. Aunque el mejor humorista que hay en España es mi compañero Raúl Cimas, el madridista.
—¿Le preocupa una Cataluña independiente con el Barça fuera de la Liga?
—Hombre, vamos a ver, en una Liga catalana tendríamos gran éxito, y eso no hay que dejarlo caer en saco roto. Y también al Madrid se le quitaría un gran peso de encima, se le allanaría un poco el camino. Pero bueno, bromas aparte, yo espero que Cataluña no sea independiente de España.
—¿Y aspiraría a una Mancha independiente?
—Eso sí que es más serio. Yo haría una Mancha fuerte, e incluiría a Madrid, o al menos a una parte de Madrid. Y también incluiría a Murcia, porque tiene mar y esas cosas que no vienen mal. Y además, Albacete y Murcia siempre han ido muy unidas desde tiempos inmemoriales.
—¿Le sonríe la vida?
—No hay que quejarse. Tengo trabajo y hago lo que me gusta. Ahora estamos en el teatro La Latina y en otros puntos de España con Viejóvenes, un espectáculo que hago junto a Ernesto Sevilla y que consiste en una serie de sketches en directo. Y espero seguir con Anclados. Aparte de mis colaboraciones en el programa El intermedio.
—En televisión se ven pocos programas de humor.
—Yo creo que a las grandes cadenas no les interesamos. Quizá sea por el tipo de humor que hacemos, más minoritario, no sé, ellos tienen otras expectativas. De hecho siempre hemos trabajado para cadenas pequeñas. Con lo buenos que somos. Sin ir más lejos, Muchachada Nui, en la 2, tenía una audiencia bastante aceptable. El problema era que mucha gente se descargaba los programas de Internet y barríamos más en Youtube que en audiencia directa de televisión.
—¿Le aterra la idea de un sonoro fracaso en directo y que le fusilen a tomatazos?
—Pues sí. Cuando subes al escenario siempre corres el riesgo de quedarte en blanco. Vives con mucha inseguridad, por ejemplo, cuando estás en un teatro actuando y pones en práctica algunas nuevas ocurrencias y compruebas que no funcionan como habías pensado. Entonces te preguntas, ¿joder, habré perdido la gracia? De todas formas, si no sientes ese temor mal vas, porque si crees que eres infalible estás muerto.